¡FELIZ AÑO NUEVO!

 

QUEREMOS FELICITAROS EL NUEVO AÑO Y BRINDAR POR VOSOTROS, 

POR LOS QUE YA SE FUERON, POR LOS QUE SEGUÍS ESTANDO, 

POR QUE VOLVAMOS A REUNIRNOS PRONTO, 

POR RETOMAR LAS TERTULIAS,

POR LOS LIBROS, QUE TANTO NOS HAN AYUDADO EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.

Y POR QUE TENGAMOS SALUD Y BUEN ÁNIMO PARA DISFRUTAR DE TODO.



 DESDE TAF, OS DESEAMOS UNAS FELICES FIESTAS,
PESE A QUE ESTE AÑO ES DIFERENTE Y NO PODAMOS CELEBRARLAS COMO NOS GUSTARÍA, 
QUEREMOS HACEROS LLEGAR UN MENSAJE DE ESPERANZA
Y NUESTRO CARIÑO 

DESDE DENTRO DE TAF: LO QUE TRAJO LA LLUVIA. Begoña Antonio Vallejo



LO QUE TRAJO LA LLUVIA

MOHO

Empezó en marzo, lo recuerdo bien, y ya va para dos años ¡Menuda alegría cuando llegó! Nos veíamos otro año sin forraje para el ganado.
Al poco, el pasto se llenó de tréboles, centaureas, arvejas, amapolas…La mantequilla volvió a ser como la que nos daban de pequeños ¡Qué delicia!
Pasaron las semanas y dejamos de dar por buena nuestra suerte, todo empezó a podrirse.
Ahora estamos siempre en casa, si se sale hay que tener cuidado con las riadas.
La novedad es ver en televisión quién ha sido el culpable de que las lluvias no paren, si la procesión de San Juan Nepomuceno o las plegarias que se le rindieron a San Carlos Borromeo ¡Todo el día lo mismo, qué aburrida me tienen!
Yo lo que quiero es más lejía a ver si puedo quitar el moho de las paredes.


HIDROPÓNICO

—¡Dios mío, qué harta estoy, siempre con botas de agua!— Rezongó Isabel recordando sus zapatos de tacón.
Sorteó un charco y entró en el supermercado. Desde que comenzaron las lluvias todo es hidropónico: judías, tomates, acelgas, calabazas y los dichosos pepinos. Isabel los contempló ¡Se veían tan bonitos y brillantes! Casi perfectos, pero no sabían a nada.
Se le vino a la cabeza un guiso de riñones al jerez, y se le aguaron los ojos recordando su cena de tofu ahumado con wakame.
¿Y las chuletas, las costillas, los redondos de ternera? Miró alrededor temiendo que alguien le adivinara el pensamiento. Era peligroso hablar. Había familias que se habían roto. Los que todavía deseaban comer carne estaban vigilados.
Sacudió la cabeza y se dirigió a la caja. Salió a la calle y, mirando al cielo, vaticinó que al día siguiente llovería menos.


GOTERAS

Isabel dejó la bolsa de la compra en la encimera, se quitó las botas, el impermeable y recogió el reguero de agua que había dejado.
Rayo vino a enredarse entre sus piernas, le acarició —si no estuvieras, ya me hubiera vuelto majareta— le susurró.
Encendió la televisión, buscó El Tiempo —solo nos preocupa a los viejos— se dijo.
Fue a la nevera, comprobó el orden. Se terminó una barra energética de mijo con algas, y se fue a vaciar los cubos del dormitorio. Las goteras empezaron con las lluvias y ya va para dos años.
Miró hacia el techo y adivinó la figura de Santa Bárbara en el gotelé. Se santiguó ¡Quiera Dios que la Santa pare los aguaceros y pueda arreglar el tejado! Sollozó.
Malos sueños
Isabel puso el despertador a las siete. Había oído que por la mañana no llovería. Tendería fuera.
Besó la medalla de la Virgen del Carmen y le pidió angustiada que la librara de los malos sueños ¡todos naufragios y ahogamientos!
Sintió frío en los pies, sacó unos calcetines gordos.
Le arañó la garganta un picor horrible, que le hizo toser largamente.
¡Ay Virgencita, que no se me desborden los cubos! Suspiró y, babeando, entró en un sueño profundo, no sin antes rogarle a Dios que se le secaran las sábanas.


VIEJOS RENCOROSOS

Moisés sorteó unos charcos y un gran socavón antes de llegar al invernadero. Se cambió de botas, se enfundó un mono desechable, que cubría su cuerpo como una segunda piel, y se colocó las gafas.
Inspeccionó las ristras de tomates, eliminó las hojas amarillas y los cubrió con una manta térmica para que acabaran de madurar.
Revisó el tutorado de melones y pimientos, y por último diluyó una porción de sales minerales en el circuito de riego.
El único problema, pensó, son los hongos ¡Con tanta lluvia! Cogió un paño impregnado en hipoclorito sódico y lo pasó cuidadosamente por una bandeja de siembra para lentejas ¡Perfecto! Se felicitó.
Sentía fascinación por las lechugas mantecosas. Se quedó contemplándolas, eran inmejorables, equilibradas y extraordinariamente nutritivas. Odiaba a esos viejos rencorosos, siempre quejándose del sabor de sus verduras.
Cada uno tiene sus pensamientos
—Da igual lo que uno haga —le dijo Magdalena— ¡No habré rezado yo a San Juan Nepomuceno! Y nada, nada. Ni la boda de mi hija me respetó y fíjate que solo le pedí la tarde —Le corrieron por las mejillas pequeñas gotas que desaparecieron en la mueca de sus labios.
—Pero bueno, que yo tampoco quiero ofender al santo —dijo temerosa.
A Isabel le daba igual lo que pensara su vecina, cada uno tiene sus pensamientos, ella era de su 


VIRGEN DEL CARMEN

Sabía que Magdalena no creía en nada, pero era una buena persona ¿Cómo iba yo a denunciarla? Se dijo pesarosa.
Mala suerte
Magdalena vació el cubo de agua sucia. Volvió a llenarlo y añadió un buen chorro de lejía. Dejó el cubo dentro del fregadero y mojó el trapo.
¡Si pudiera comprarme un deshumidificador!
Ató el trapo a la escoba y restregó la pared mohosa.
Sintió la tos cavernosa de su marido. Calentó agua, le echó unas gotas de limón y se lo llevó ¡Si pudiéramos irnos al norte!
Al menos tenéis comida y una casa le repetía su hermana.
Se comió a toda prisa una hamburguesa de cebada, recogió y se puso las botas, el impermeable y el gorro.
Cuando abrió el paraguas, un vómito de rencor le llegó a la garganta, escupió, mientras maldecía una y otra vez su mala suerte.



LETANÍAS

Sin darse cuenta había llegado el verano. Llovía menos, aun así las paredes no terminaban de secarse.
Había demasiada gente viviendo en iglesias y conventos. Isabel dice que son los mejores lugares.
Mi hermana tiene suerte, pensó Magdalena, les han dado una celda en el antiguo Monasterio de los Remedios.
Magdalena finalmente llegó a la catedral, de donde salían suplicantes letanías a la Virgen; espejo de justicia, trono de sabiduría, causa de nuestra alegría, vaso espiritual…
A la entrada del templo dos mujeres fervorosas le preguntaron 
—¿Tienes fe hermana? —Magdalena afirmó con vehemencia al tiempo que le daban un código que canjearía por alimentos.
Buscó una esquina y se recostó sobre una pilastra de la nave lateral, abrió el libro de oraciones y sollozó. Todos pensaron que era una mujer llena de fervor.


MILAGRO

De repente todo ha cambiado. Ya tengo día para el arreglo del tejado ¡No puedo creerlo!
Magdalena me dice que pruebe con un falso techo y luces escondidas. No sé, ella es joven, sabe más, le haré caso.
En la televisión advierten que la lluvia puede volver, no hay manera de saberlo.
¡Lo que sucede es que la gente no tiene fe, ninguna fe! Malmeten a los pobres diciéndoles que la sequía no ha venido por los rezos, que todo es por el cambio climático.
Mi virgencita no me deja que les odie, pero los encuentro repugnantes. ¿Por qué no admiten el milagro?
Isabel se iba contando todo esto mientras daba vueltas al guiso de soja texturizada.

RAYO

La anciana le había salvado de ser ahogado o algo peor. Si, la quería, aunque últimamente le intentaba abrazar y besar ¡Era sofocante!
Se ponía a llorar y luego a reír y a dar gracias y más gracias. Todo había cambiado.
La mujer se despertaba temprano y salía a la calle después de desayunar, lo dejaba solo todo el día. Antes estaban siempre juntos. Rayo maulló apesadumbrado.
Viene tarde por las noches, me cambia el agua y la arena, me acaricia rápido y se pone a hablar con la vecina de todo lo que tiene que comprar para la obra.
¡Ojalá volviera a llover! Ansiaba Rayo acostado en su cama de felpa.

VERSO A VERSO. MARISOL MARIÑO





PERDERME

Perderme me gustaría
en el monte de tus besos.
Llegar hasta tú cintura,
y renacer a la vida
en un camino olvidado.
Donde se junten tus pasos
con mis pasos, ya cansados.
Donde se borren las huellas
que otros besos nos dejaron.
Donde nadie nos recuerde,
y nadie, pueda encontrarnos.

Marisol Mariño