CAROLINA CORONADO. Por Theófilo Acedo Díaz



CAROLINA CORONADO (1820-1911)

El retrato más famoso de esta mujer poeta lo pintó Federico de Madrazo en 1852. Sin duda es la perspectiva más atractiva de la extremeña. El fondo es neutro y de él emergen su nacarado rostro de bellas facciones y el busto, ataviado con traje en tonos negros y tocada con la mantilla española en la que se advierte el afiligranando encaje al trasluz. Del conjunto – en perfecta proporción áurea- se destaca la faz en cuyos ojos se adivina el apasionamiento y la mirada hiperestésica.
Madrazo era (sus más de 600 retratos lo manifiestan) fiel plasmador de los objetos. En esta época, la poetisa (como ufanamente se hizo llamar) contaba con 32 diciembres y sería importantísima en su vida personal, al contraer matrimonio en Gibraltar con Horacio Perry Sprange, secretario de la embajada de los Estados Unidos. Él era protestante y ella, católica. Con él engendró tres hijos: un varón y dos hembras a las que llamaron jocosamente, en el Madrid de Isabel II, “las peritas”, según cuenta, en la primera biografía sobre la escritora, su nieto-sobrino Ramón Gómez de la Serna.
El Romanticismo fue un periodo de contraste y vehementes búsquedas irrefrenable de independencia y libertad. Estas características se advierten, con claridad, en Carolina tanto en su comportamiento -pues siendo adolescente, juró voto de castidad que, obviamente, hubo de romper- como en su actitud apologética de la condición y dignidad de la mujer a través de su labor literaria iniciada con el ensayo (con visos de serie) “Genios gemelos” dedicado a la pareja Sofo de Lesbos y Teresa de Jesús.
El retrato de Madrazo resalta la belleza física pero no así lo valetudinario de su cuerpo pues padeció de catalepsia, enfermedad nerviosa entonces poco conocida, que le llevaría a morir, aparentemente, en varias ocasiones. La primera sorprendió a los cenáculos literarios de la capital que escribieron notas necrológicas en la prensa.
Fue Carolina escritora europea, española y, extremeña sobre todo, no sólo por haber nacido en Almendralejo (Badajoz) sino por tomar de la fragancia del campo extremeño, de la fauna y de su flora, los mejores motivos para sus experiencias líricas y narrativas como proclaman sus poemas, por ejemplo, “La rosa blanca” (soneto que cautivó al cubano José Martí); “A la tórtola” (símbolo de libertad y amor) o, sus novelas “La jarilla” y “La Sigea”, cuyas protagonistas son mujeres valerosas. La primera en el ámbito rural. La segunda sobre la poeta (¿poetisa?) de Tarancón (Cuenca) Luisa Sigea de Velasco que vivió en la Corte lusitana a mediados del siglo XVI. También, siguiendo la costumbre del momento, hizo incursiones en el teatro.
Sin embargo, poco duraría la serena semblanza que muestra el retrato, pues a partir de 1854, su mirar sincero y tornasolado se trocó en huidizo y melancólico al morir el hijo, con lo que su palacete -en la madrileña calle Lagasca, en donde se hospedara Alejandro Dumas y frecuentaron Hartzenbuch y Espronceda entre otros- se convirtió en un lúgubre y solitario caserón, cualidades que se acentuaron más al perder, pronto, a su hija Carolina.
Habían ocurrido demasiados acontecimiento en el Madrid de la segunda mitad de la centuria (La Revolución de 1868, La Gloriosa que destronó a la Reina; la experiencia democrática de la Primera República; el bienio de Amadeo de Saboya; la Restauración de Alfonso XII) por lo que Carolina, cada vez más abatida por la neurastenia se traslada con su marido y su hija a respirar los aires del Atlántico en el Paco d'Arcos en el estuario del Tajo. Desde allí, tal hiciera desde la Bahía de Cádiz, cantaría frente al Atlántico, a su amor ideal en diez octavas reales de las que ofrezco estas:

“Harto dolor aguarda mi existencia
Lejos del mar que mi tristeza clama
Y, harta paciencia necesita el alma
Para sufrir, amigos, esta ausencia.
Pero si logro al fin con la paciencia,
De mi martirio conquistar la palma,
Yo volveré, después de mi penar,
A buscar mis amores en el mar”.

En el pazo lisboeta murió su esposo. A partir de ese óbito, a Carolina se le desató un brote de necrofilia que la arrastró a conservar insepulto, durante 20 años, el cadáver del diplomático hasta su muerte el 11 de enero de 1911. Ambos cadáveres fueron inhumados en el cementerio de Badajoz, como puso de manifiesto Ricardo Hernández en el libro“Escritores extremeños en los cementerios de España". Publicado en Madrid por Ediciones Beturia en 2004.
Para terminar mi abocetada perspectiva biográfica, quizá el lector se pregunte qué estudios académicos fundamentaron su creatividad y su cultura. Ella respondió así en una ocasión: “Mis estudios fueron todos ligeros porque nada estudié, sino la ciencia del pespunte, el bordado y encaje extremeño, que sin duda es tan enredoso como el código latino donde no hay un punto que no ofrezca un enredo” (sic). Téngase presente que hasta las postrimerías del siglo XIX, las mujeres tuvieron vedada la instrucción pública. Sin embargo, algunas se rebelaron valientemente contra este interdicto entre las que destacan Isidra de Guzmán (la doctora de Alcalá); Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero); Gertrudis Gómez de Avellaneda; Emilia Pardo Bazán; Rosalía de Castro; Concepción Arenal...
Este año se cumple el centenario de la muerte de esta creadora extremeña, por ello la Asociación Amantes de la Lengua Española Castellana, la recuerda de este modo e invita a los lectores a profundizar en la obra, pues hay abundante bibliografía a la que recurrir.

Theófilo ACEDO DÍAZ
Publicado en “PUERTA de Madrid” el 12 de febrero de 2011.

6 comentarios:

PILARA dijo...

El cuadro es una belleza, hace unos días he tenido oportunidad de verlo en el Prado. Perfecto complemento para ilustrar la estupenda semblanza de esta insigne poetisa extremeña que hace Theo.

Graziela dijo...

Gracias Theo por descubrirnos y acercarnos la figura de Carolina Coronado, que nos da además la oportunidad de contemplar este magnífico retrato de la poetisa.

Marcos Callau dijo...

Desconocía la figura de Carolina Coronado. Un descubrimiento que te agradezco, Theófilo. El retrato es soberbio, me encanta.

Anónimo dijo...

Interesante información relacionada con la literatura, la pintura y la historia, me ha gustado y me gustaría que publicarais alguno más de este tipo. No conocía a esta poeta pero ahora quiero leer algo de ella.

Begoña dijo...

Gracas Theo por presentarnos a Carolina Coronado. Una vida de novela, un cuadro bellísimo como todos los retratos de Madrazo. Un abrazo.

Federico dijo...

Interesantisimo ensayo sobre la poetisa Carolina Coronado, magnificamente escrita como siempre por nuestro Theo.
Gracias maestro.