"CON NOMBRE PROPIO" Claudio Hernández


La chica que amo

1

Se tomó su tiempo para quitarle la vida, pero al mismo tiempo estaba ansioso por terminar el trabajo. Justin Curtis era un perturbado mental que en estos momentos se había convertido en un autentico asesino, y la vez anterior, y la primera vez. Pero nunca lo descubrieron. Sabia hacer las cosas bien. Justin Curtis, quedaros con ese nombre.

La chica estaba colgada del techo de un pie, una gruesa cuerda rodeaba su tobillo ensangrentado. El otro tobillo estaba casi retorcido por el peso de la pierna suelta, rígido. En las piernas y en el pecho tenia innumerables cortes, pero en la cara, eso no eran cortes sino una furia descargada sobre ella con ansia. La sangre había salpicado la pared de atrás y dejado un gran charco en el suelo sobre la hoja de cortar. Una hoja de afeitar que no tenía ningún otro grupo sanguíneo más que el de la pobre chica. Un asesinato brutal, que hasta él más observador lo dejaría de mirar.

Era diciembre, concretamente el 31 del mes. Fin de año y en todas partes del mundo, celebraba la llegada del año nuevo, mientras la sangre fluía espesa cuerpo abajo. Justin Curtis amaba a la chica, que ahora era como un cerdo colgado. Descubrieron el cadáver a la mañana siguiente.


2

      - Hola, soy Justin Curtis.- Dijo mirándola fijamente.
     Ella levantó la mirada y vio a un chico de aspecto desaliñado, con gafas de montura de hueso, moreno y a la vez realmente feo, o quizás difícil de ver. Todo envuelto en un anorak de color azul, como si de un disfraz se tratara.
   
      - No vas a decir nada?- Inquirió Justin sonriendo un poco, casi levemente. 
      - Es... estoy ocupada.- Dijo ella.
     - Lo ves? Todo el mundo estudiando y para qué? Para no aprobar y en el mejor de los casos si apruebas sales del instituto sin trabajo. Para ir con papá y mamá.
     Ella soltó una sonrisa. En realidad Sheryl, que así se llamaba pensaba igual. Es como aquel chico difícil de ver, si le hubiera leído la cabeza. La primera impresión había sido buena.

     - Sí, tienes razón. – Respondió Sheryl
     - Pues claro que la tengo. –Justin abrió los brazos en la fría mañana de Enero.
      Sheryl no era especialmente guapa, pero tenia unos preciosos ojos azules, eso sí, el pelo, lacio y estirado tomaba forma detrás de las orejas forzándolas a éstas hacia delante, creando una buena protuberancia roja en ambos lados de la cabeza. Era de piel blanca, demasiado blanca, era delgada y tenía el cuerpo ligeramente encorvado. No tenia amigos ni amigas. Jamás había estado con un chico y su afición era autolesionarse. Todo su cuerpo era el mapa de los estados Unidos por las cicatrices que obviamente estaban ocultas tras su siempre fino vestido y anorak gris.

      -Te apetece comer algo?- La invitó Justin con una sonrisa de oreja a oreja. 
     - Está bien.
     Y aquella fría mañana de Enero Justin Curtis ya había elegido a su próxima victima mientras ella se levantaba del banco en el que estaba sentada, al tiempo que recogía los libros en su mochila.


3

En unas dos semanas y media Justin Curtis ya tenía a Sheryl en sus bolsillos. Siempre sabía darle lo que ella esperaba de él. Era como una amistad perfecta en la que todo funciona bien y nada se tuerce, hasta que lo hace de sopetón. Pero de momento era su cuarta victima y debía realizar el preludio antes. Los dos iban a la misma clase del instituto y hasta ahora Sheryl había pasado desapercibida para él. Mas que nada porque sus tres primeros asesinatos eran chicas de otra “casta”. Otro estilo personal, decía él continuamente. Pero ahora que le había cogido el gustillo, todas valían. Incluso Sheryl con sus orejas de bamby echadas hacia delante.

Pero Sheryl también tenía sus rarezas. Algo que todavía Justin no había descubierto. Los cortes, cicatrices en todas las partes del cuerpo. Pero como ahora era invierno no podía verle la de los brazos por ejemplo. Pero de momento durante estas dos semanas y media Sheryl podría haber recuperado algo perdido para ella y era feliz y sencillamente, ya no tenia motivos para autolesionarse, según ella. Un respiro. Quizás se había dado un respiro, a veces eso pasaba.

Un respiro nada más. 
4

A las cuatro semanas en teoría uno se conoce lo suficiente como para pasar al beso o a la cita con algo más. Ella confiaba plenamente en él, de modo que acepto la propuesta. Iban a pasar la velada en una habitación de motel alquilada. Siempre hay un principio, se dijo ella. Y lo que podría ser una velada con conversación eterna incluida podría acabar en el cuarto asesinato de Justin. Por ello había alquilado la habitación con un nombre falso y en su pequeña mochila llevaba unos guantes de lana y la cuchilla de afeitar, en realidad llevaba dos, por si algo fallaba. Estaba ansioso y su corazón le latía hasta querer salírsele del pecho. En todo este tiempo todo había sido una maniobra y no sentía nada por ella. Sheryl sin embargo empezó a sentir algo por Justin. Algo que quizás le iba a demostrar esta noche.

     - Creo que algo va a suceder esta noche. Dijo ella con una copa de mas, mientras le miraba fijamente a los ojos a Justin que estaba justo frente a ella a escasos centímetros, apoyado con su delgado cuerpo y el pelo sucio. 
     - Oh! Si! Claro que va a suceder algo esta noche.- Dijo Justin con un brillo inusual en sus ojos.
Estaba desplazando la mano hacia su mochila cuando ella se percata de ello y le dijo.- Estas buscando el condón?
Justin frunció el ceño. – Ah! Bueno, no exactamente.- Se puso nervioso.- voy a coger unos chicles, te apetece alguno, los tengo de fresa y menta.

Sheryl hizo un gesto con la cabeza y entonces fue cuando él cogió la cuchilla de la mochila sin que ella lo viera. En ese momento ella alarga la mano para recoger un chicle, pero lo que recibió fue un dolor punzante en la palma de la mano en medio de la penumbra. Al poco rato noto algo caliente brotando de ella tras retirarla casi al instante.

     - Voy a darte lo que te mereces.- Dijo Justin mientras se abalanzó sobre ella. Y fue precisamente el momento en que los ojos de Sheryl brillaron en la penumbra y abriendo la boca le mostró sus afilados colmillos que un segundo después se hundieron en el cuello de él.
Y es por eso que nunca dieron con el asesino de las tres chicas. Sheryl desapareció del lugar y nunca más se supo de ella nada. A decir verdad nadie había sabido nunca nada de ella ni de su familia. Justin apareció muerto desangrado a la mañana siguiente, en el motel de mala muerte. El despiadado asesino murió a manos de una mujer Vampiro. Sólo dos precisos agujeros en el cuello, en la yugular, pero tan grandes como para desangrarse en pocos segundos.

5

En algún lugar del estado de Maine en el invierno mas duro que se conocía desde los últimos 25 años, Sheryl estaba haciendo autostop en una carretera principal. Un coche redujo la velocidad y se paró unos metros mas adelante. Al poco rato ella alcanzó el coche. La ventanilla se bajó.

     - Que hace una chica tan joven como tú en esta fría noche de invierno haciendo autostop?- Pregunto el conductor, un hombre mayor con un puro paseándose por sus labios. 
     - Tengo frío, me lleva a Bangor?
     - Por supuesto, sube! 
     - Gracias señor, es usted muy amable.
Y tras arrancar el coche Sheryl se llevó una de las manos a la boca para asegurarse de que el colmillo, cualquiera de ellos, había vuelto a su estado normal, y así era. Siguieron la ruta lentamente.

Así como los asesinos existen, los vampiros también, Justin, esta vez te has equivocado de presa.

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