Leonardo Da Vinci fue uno de los hombres que más y mejor, más profunda e
intensamente, encarnó lo que se llamó hombre del Renacimiento. Un genio poliédrico, un talento sobrenatural
que derramó generosamente en todos los capítulos del saber humano. Su furia
creadora era imparable, inagotable, constante. Un artilugio volador por aquí, una
fortificación por allá, un cuadro irrepetible, una innovadora técnica de
grabado, un logaritmo endiablado, diseños para el hogar, escritos, teorías...
Se cuenta que Leonardo, viajero
incansable, se echaba a los caminos no solo con su sesera inabarcable y genial
a cuestas, sino que en sus andares también solía cargar con un buen lote de sus
manuscritos, atados con una simple cuerda, casi como si fuera el hatillo de un
buhonero. El progreso de la ciencia y de la cultura, bajo el brazo de aquel
hombre genial.
Dos de aquellos manuscritos acabaron
por esas cosas de la vida en Madrid, y ahora, tras un extenuante y maravilloso
proceso de restauración son los protagonistas de la exposición «El
imaginario de Leonardo. Códices Madrid de la Biblioteca Nacional de España», más
de seiscientas páginas realizadas por Leonardo en su madurez, y que estará abierta hasta el 29 de julio.
Los códices se sitúan en el período más
inspirado y productivo del genio florentino. El Códice I es un tratado
de mecánica y estática, que se puede contemplar ya encuadernado tras los
trabajos de conservación, mientras que el II, que es un estudio de
fortificación, estática y geometría, aún no está ensamblado, lo que permite la
exposición de los folios de pergamino que lo forman.
La exposición tiene, además, otro objetivo: mostrar cómo se han
restaurado y estudiado exhaustivamente los códices entre 2010 y 2011 en la
Biblioteca Nacional, cuyos expertos han retirado la encuadernación del siglo
XVIII que oprimía el pergamino, para volver al sistema original de la época,
"elegante y práctico", que se cerraba con una presilla y un botón de
madera.
Definiciones científicas, tachadas y rectificadas por su obsesión
perfeccionista, la relación completa de los 116 libros que componían su
biblioteca en 1504, o su autorretrato como un león que arde, son algunos de los
descubrimientos que el visitante puede disfrutar en esta muestra, donde se
puede apreciar la extraña escritura inversa del artista y científico, que era
zurdo.
Era un hombre perfeccionista, que sufría el síndrome de la obra inacabada. Autodidacta que no fue a la universidad (era hijo natural de un notario y se crió con su abuelo en plena naturaleza), no era feliz.
Nació antes de tiempo, removió y propuso, desde su modernidad e inconformismo; fue el resorte de su época. En definitiva: un genio.
Era un hombre perfeccionista, que sufría el síndrome de la obra inacabada. Autodidacta que no fue a la universidad (era hijo natural de un notario y se crió con su abuelo en plena naturaleza), no era feliz.
Nació antes de tiempo, removió y propuso, desde su modernidad e inconformismo; fue el resorte de su época. En definitiva: un genio.
2 comentarios:
Muy interesante. Siempre sentí una atracción especial por los dibujos de DA VINCI. Para no perdérselo.
javier
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