LA COLECCIÓN DE CARACOLAS
Cerré la puerta, y me negué a pensar cómo mis sueños
se habían convertido en humo. Me alejé rápido. Todo había terminado. No ahora,
hace mucho tiempo. Esto solo es la consecuencia de la vida que he sufrido. Uno
se niega a ver la verdad que tiene delante, y sigue engañándose día tras día,
pensando que se arreglará.
Me tiemblan las piernas. ¡He sido capaz de hacerlo!
Meto la mano en el bolsillo del abrigo y acaricio el billete que me alejará de
esta realidad.
Tardará en creer que “la simple, la inútil, la más
estúpida de todas las criaturas, la que se moriría de asco si no fuera por él”
ha sido capaz de conocer la combinación de su caja fuerte, y llevarse parte de
“su dinero”. No he querido coger todo,
podría hacerlo, se lo merecía. He calculado el sueldo que habría pagado a una
empleada durante tantos años. Eso es lo que considero mío. No es mucho,
suficiente para empezar algo que pueda llamarse vida.
¿Qué cara pondrá cuando lea la nota en la que le
digo la cantidad que he cogido, y le comunico que he sacado fotocopias de los
documentos que guarda en la caja y que le comprometen muy seriamente? ¡No podrá
creerlo! Esto si que puede ser una verdadera crisis para él y para algunos de
sus amigos. Se quejaba sin motivos ¡ahora, sí debe preocuparse!
De lo que estoy más orgullosa es de haber hecho añicos su maravillosa
colección de caracolas. Trescientas no
sé cuantas piezas únicas, a las que cuidaba y quería mucho más que a mi.
Marisol Mariño
1 comentarios:
Muy bien hecho! y no solo me refiero al escarmiento, también al trabajo; me ha gustado mucho.
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