El GATO ESTA TRISTE… AUNQUE
YA NO TANTO
Hay un
gatito mirando la vida pasar, desde la repisa de la ventana. La vida de la gran
ciudad, una ciudad que él no comprende porque proviene de un pueblo chiquito de
un valle tranquilo, que sus dueños dejaron hace poco para poder trabajar.
Por eso, el
gato gris a rayas está un tanto descolocado porque no conoce a nadie a quien
darle los buenos días con un maullido. Y por eso, su vida no es plena: no sale del apartamento,
tan solo a la repisa, donde pasa buena parte del día.
Pasan los
días y el gatito no levanta cabeza: los viandantes suelen hacerle fotos como
quien retrata una estatua: inmóvil, cabizbajo, con los ojos húmedos de llorar a
veces. Pero como es bonito, gusta a todo el mundo. Pero eso no le consuela. Se
siente muy solo porque sus dueños tan solamente vuelven a casa por la noche:
trabajan fuera durante el día.
A veces,
piensa saltar a la calle y escaparse pero siente pena por sus amos porque son
buenas personas y él sabe que los pocos ratos que pasan en su compañía, le
necesitan: le acarician, juegan con él e incluso, hablan de tener un niño pero
ella no puede engendrar y por eso, está frustrada. Por ello, adoptó al gatito,
en sustitución de un niño.
Llegó el
invierno, el frío, la lluvia y la nieve. Pero a pesar de estas inclemencias, el
gato prefiere seguir pasando las horas en la ventana. Ese día, presa de una
profunda depresión que se fue acrecentando con el tiempo, el gatito decidió
saltar en el momento en que pasó un coche para acabar con su vida, con tanto
sufrimiento de soledad. Pero en ese
mismo instante en que su corazón tomo
tan trágica decisión, cruza la calle una gatita blanca y le mira con
ojos compasivos. Su corazón le dio un vuelco y su alma le dijo que por esa
mirada merecía la pena salvar su vida. El coche siguió su camino y el gatito
aulló más fuerte que en toda su vida. Los viandantes se pararon a mirarle como
nunca lo habían hecho y la gatita maulló también respondiéndole.
A partir de
entonces, la vida del gato cambió:
desapareció su tristeza porque, por fin, el amor le había tocado
profundamente. Descubrió una ventana trasera de la casa por la que bajar las
escaleras para salir a la calle y, así, reunirse con su novia. De modo que,
mientras que sus dueños se ganaban el jornal, ellos paseaban su amor por el
barrio y la gatita le presentó a muchos otros mininos amigos suyos para que
nunca, nunca más se sintiese solo.
FIN
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