BRISA
Esta mañana el cielo
tiene el color pesado de las tormentas calurosas. Resplandece. Ha llovido, un
poco sólo, y era una lluvia nueva y fresca que caía con gruesos goterones sobre
la ciudad sedienta.
Esta mañana el olor es
distinto; huele a tierra húmeda, librada de su sofocante calor por la lluvia
diáfana; huele a hojas verdes, también calientes, tiernas y a frutos jugosos;
esta mañana huele a verano.
Las estaciones huelen.
Pero el olor de la lluvia de verano no es el mismo que el de la lluvia de invierno.
El invierno huele a leña y a ozono.
Pero este olor a verano,
el de hoy, es distinto. Igual a tantas otras mañanas de primavera o verano,
pero diferente a todas. Como si fuera el primer verano de mi vida.
Porque este olor de
siempre se ha mezclado con otro nuevo. Y al mezclarse, han creado un horizonte
desconocido. Es el olor suave y celeste de una piel más suave aún, de un
cabello único, de una voz del color de la sangre roja y brillante, sin dolor.
Sabe distinto. Pienso en
él como cuando, al levantarte una mañana, descubres que es fiesta y que el sol
brilla en el cielo azul intenso, que hace calor, y los rayos de sol se te meten
por los ojos y la sonrisa hasta el corazón; un corazón también nuevo, que se
acelera al sentir el nuevo olor y la nueva voz, antigua, desconocida, de toda
la vida, y deseas tocar la piel nueva como las hojas tiernas en verano, y
probar una vez más el sabor nuevo, disfrutarlo como las primeras fresas,
nacidas de la lluvia y el sol, y respirar el aire que desprenden sus gestos,
abrazar el color de sus ojos, y reír, y querer morir de ternura y sonrisa, y
luego sentir lo bueno que es estar vivo para notar cómo huelen la lluvia y el
viento, el sol y la tierra, distinto cuando llega el olor que amas.
2 comentarios:
Muy bonito María. Que maravilla, esas mañanas y el amor.
Precioso y poético texto. ¡Felicidades!
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