Azucena
Lilium
o Lirio
César
como todos los días iba a su trabajo en un hospital; era
neurocirujano. Ese día, tenía que operar a una persona mayor que
se había caído y se había dado un golpe en la cabeza; tenía un
hematoma en el parietal derecho
Le
gustaba mucho su trabajo, desde niño le atraía la cirugía
sobre todo la del cerebro, la mente humana, sus reacciones y
comportamiento en distintas circunstancias.
Por
eso César seguía estudiando, e investigando, bien para sanar en el
quirófano con el bisturí o desde el sillón del Psicoanalista.
Era
ya tarde cuando terminó de operar, todo salió bien, se pudo
limpiar la zona y reducir el hematoma, solo quedaba esperar a que
el paciente despertara de la anestesia, para ver su evolución.
César
esa noche tenía guardia, y las guardias en su especialidad solían
ser tranquilas.
Él
aprovechaba para revisar y estudiar a sus otros pacientes. “Los de
su otra gran vocación”.
Cogió
una carpeta que ponía Psiquiatría, de ella sacó un expediente con
el nombre de Azucena Hernández.
Azucena,
que bonito nombre para un tipo de flor, y también para mujer. César
empezó a leer las notas que tenía puestas.
Azucena
ingresó en el hospital, hacía un mes por una tentativa de suicidio
con patillas y alcohol. Se había dado a las drogas y a la bebida,
después de un accidente de coche cuando ella y unos amigos volvían
de una fiesta y éstos habían tenido peor parte que ella
- Día después del ingreso.
- La paciente no habla y no quiere colaborar, solo quiere que la dejen dormir
Los días pasan y todo sigue igual, esperando que
reaccione y podamos iniciar algún tratamiento soy optimista y espero
que ese día llegue.
¡Docto, Doctor! -gritaba la enfermera- ¡venga corriendo,
Azucena está en el suelo y no responde!
César fue hacia la habitación y allí vio a Azucena en
el suelo, blanca, marchita como la flor de su nombre; en una mano
tenía un frasco vacío y en la otra una nota dirigida a él. Salió
de la habitación y volvió con el papel a su despacho, se sentó y
se dispuso a leerlo.
No he podido con la culpa, nunca me he recuperado y esta
vez lo he podido hacer. Es una manera de escapar de la realidad, que
durante mucho pensé que era un sueño. La que conducía el coche era
yo, esa noche en la fiesta, había bebido más de lo acostumbrado y
para que ellos no se dieran cuenta no deje que condujera otro.
Lo siento.
Azucena
Azucena
Así, leyendo la nota con congoja y pena, César
terminó su guardia, y el día .Un día tan largo y triste que nunca
olvidaría.
Rosario
Plaza
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