En una mañana típicamente otoñal, nos dimos cita en la Fundación Mapfre, para hacer la visita cultural correspondiente al mes de octubre.
Mapfre, en colaboración con el Meadows Museum de Dallas, hasta el 18 de enero del año próximo presenta y recupera en la Sala Recoletos de Madrid la figura de Raimundo de Madrazo; ilustra la trayectoria del pintor español en solitario, para mostrarla como un artista individual más allá de la saga familiar.
El joven Raimundo se inició en la pintura clásica al lado de los mejores: su padre y su abuelo, por no hablar de maestros como Velázquez, Goya o Murillo presentes en el Prado, museo del que tanto Federico como José fueron directores. Él estaba llamado a perpetuar la saga y seguir escribiendo el apellido Madrazo con letras de oro en la Historia del Arte.
Raimundo de Madrazo nació en Roma y vivió rodeado de todo tipo de comodidades. No le faltó nunca nada.
A los 20 años se fue a París y se estableció allí, alejado del foco de su padre, que nunca paró de aconsejarle sobre los pasos que debía dar para triunfar.
Retrató a los personajes más influyentes de mediados del siglo XIX y principios del XX, participó en varias exposiciones universales y recibió el reconocimiento en vida.
Pintó escenas llenas de vanidad, fiestas carnavalescas donde los artistas se disfrazaban, tertulias literarias…
Mientras él pintaba escenas clásicas y galantes hasta bien entrado el siglo XX, los impresionistas ya habían sacado el caballete a la calle y los fauvistas exploraban las posibilidades del color. Su estilo exquisito y refinado terminó dando los últimos coletazos de pintura académica.
Así que su arte terminó relegado a un segundo
plano porque resultaba demasiado frívolo y superficial a ojos de una generación
de creadores y críticos ansiosos de modernidad.
Este recorrido cronológico, integrado por casi un
centenar de pinturas procedentes tanto de museos nacionales y extranjeros como
de colecciones privadas, abarca desde 1859 hasta prácticamente su
muerte. Raimundo murió a los 79 años como quería, rodeado
del aura del pasado, en un lujoso palacete de Versalles, tras una vida de
viajes, fiestas y privilegios.
Y finalizada la visita a la exposición nos dispusimos a tomar el obligado aperitivo.
Un vermut en La Taberna del Gijón, siempre es bien recibido.
Después recorrimos el paseo de Recoletos disfrutando del agradable día y de la Feria de Artesanía, que se celebra anualmente en estas fechas.
La comida la celebramos en Casa Carmen, un agradable restaurante en la calle de Alcalá, muy recomendable.
Ya solo quedaba el café; lo tomamos en el pub James Joyce, un local típico irlandés, muy literario, que ya en otras ocasiones habíamos frecuentado para hacer la tertulia. Eso hicimos, leyendo y comentando los trabajos de cada una.
Y con todos los propósitos cumplidos y disfrutados, dimos por finalizada la salida cultural del mes de octubre.









0 comentarios:
Publicar un comentario