CON NOMBRE PROPIO: CLAUDIO HERNÁNDEZ


El curioso caso del Sr. Carl Farmer


Normalmente cuando escribo las historias debo hacer un pequeño croquis de la misma, antes de empezar, para que todo cuadre bien y salga algo bonito. En este caso sólo me limito a repetir una vieja historia clásica en Boad Hill que va de generación en generación y de boca en boca. Se trata del caso del Sr. Carl Farmer. Tan rápido como he dicho su titulo así será de corta su historia.

Intensamente enamorados, Carl y Emma se juraron que el amor sería hasta después de la muerte y así fue. Una tarde de verano cualquiera, con su respectivo calor, Carl Farmer que padecía del corazón, falleció en el acto. Cayó al suelo de forma fulminante y en un cata crack casi estruendoso, su cuerpo rechoncho quedó estirado en el suelo. Emma que estaba postrada en la cama, inválida, no podía más que mover un poco la cabeza y echarse a llorar. No podía hablar así cuanto menos pedir auxilio. Su marido era la única ayuda para ella en los últimos diez años. El cuerpo sin vida de su esposo distaba unos dos metros de la cama y la puerta del hogar de los Farmer estaba a 7 metros. De modo que la pobre de Emma estaba condenada a morirse en silencio de inanición ese fatídico verano si nadie se percataba de la ausencia del señor Farmer, en cualesquiera de los lugares del pueblo donde solía hacer la compra de la semana. Pero los Farmer solían pasar largas temporadas en casa sin salir de ella. De modo que nadie les echó en falta durante los días que duró la tragicomedia.

Un día después la vista de Emma alcanzó a ver que el cuerpo inerte de su esposo estaba a un metro de la cama. Mucho más cerca de cuando cayó fulminado al suelo. Eso le sobrecogió y alivió al mismo tiempo. Dos días después el hediondo cuerpo de Farmer ya estaba casi al lado de la cama, en dirección a la puerta de salida. Emma solo podía llorar y llorar, pero creía haber muerto ella también porque estaba como en un sueño. Su ángel de la guarda, en este caso el Sr. Farmer, estaba con ella. Pero no era un despertar y ya está, todo sucedía en realidad. Al tercer día el fétido cuerpo ya estaba encaramado hacia la puerta, le faltaban cinco metros. De modo que necesitó que pasaran cinco días más hasta que el putrefacto cadáver llegara hasta la puerta y otro día más hasta que sus huesudos dedos ahora tras la hinchazón, pudieran abrir la manivela de la misma para salir afuera. Al día siguiente de esto, medio brazo en la entrepuerta dio el grito de alarma.

Y así fue como una semana después de la muerte del señor Carl Farmer se descubriera a la señora Emma deshidratada en su lecho de cama. Lo sé, suena absurdo pero así lo cuentan los viejos del pueblo y hasta ha llegado a la ciudad. Yo aquí lo añado porque a veces el amor es tan intenso que va mas allá de la vida misma.

Y sí, me creo la historia!

CLAUDIO HERNÁNDEZ

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez leí una historia, esta historia.
Esa misma noche tuve un sueño. Un sueño que en cualquier otra circunstancia se hubiera convertido en pesadilla, pues por allí pululaba un cadáver... Pero no me dió miedo, sino tranquilidad.

Cruz dijo...

Pues a mí no sé si me gustaría que me quisieran tanto, la verdad. Muy buena historia, Claudio.