SOL-MAR III (Continuación)

 



EL TIEMPO DE LAS PALABRAS CIEGAS

 -¡Cállate de una vez! -gritó la mujer encolerizada. Estupefacción. Un silencio helado cayó sobre el salón “Paraíso” del hotel. Eran el blanco de las miradas.

Alberto se levantó y salió ciego de vergüenza, después de escuchar la reacción de Lucia, al enterarse de las últimas noticias que le había comunicado, sobre lo que la prensa había llamado “el crimen perfecto”.

Ahora tenía la certeza. Ella estaba involucrada y no era una infamia pensarlo.

Un temblor recorrió el cuerpo de Lucía mientras seguía comiendo su helado de melocotón.

Sentía afecto por su amigo, pero no podía de ninguna manera, explicarle la muerte de su esposo.

Se alegraba de que su marido hubiese muerto feliz.

A Juancho siempre le había gustado el helado de almendras.

LUI ANTONIOLI



 CRÓNICA DE UNA INFAMIA

 

Felipe sintió un temblor; de sus labios helados apenas salieron palabras cuando vio a la mujer: era Vanesa. Se le antojó un espejismo, una cruel jugada del tiempo. ¿Dónde había estado? ¿Qué la impulsó a esconderse y permitir que le acusasen?

Tres años han pasado. El “Meridiano” publicó durante semanas noticias sobre la inexplicable desaparición de la joven en el edificio Girasoles.

“Apenas se atenían a los hechos y terminó siendo un culebrón. Lo único cierto es que éramos vecinos, que se le escapó el agua y la ayudé a recogerla. De ahí las huellas en su piso. ¿Pero amantes? Aquellas sospechas me arruinaron la vida, perdí trabajo, amigos…”

Emboscado, Felipe aprovechó que el semáforo cambiaba de rojo a verde para empujarla.

Frenazos, gritos y la gente se arremolinó en torno a ella. Él volvió a tumbarse en sus cartones. Nadie repara en un obscuro indigente.                     

PILAR UGARTE   


  LOS AMANTES DEL PARAISO

 Fueron amigos desde el Instituto y gracias al móvil estaban al día de la crónica de sus vidas.

Descubrieron en las noticias la venta de una de las mejores casas de indianos. Estaba deteriorada, pero conservaba esa marca que la hacía única, diferente. Se quedaron helados al conocer el precio, podían comprarla. El primer año trabajaron sin descanso. Después, se relajaron un poco.

Un día en el mercado, Andrés conoció a la mujer de su vida.

Con un temblor en su voz, le dijo a su amigo:

-       He conocido a una persona y me gustaría que viviese aquí, con nosotros.

-       De acuerdo, contestó Juan

Marina supo hacerse agradable e imprescindible a los dos amigos. Eran felices. Ciegos y sordos al resto del mundo.

Con el tiempo, la relación a dos se convirtió en una relación a tres. Llamaron a la casa: Los amantes del paraíso.

MARISOL MARIÑO

      

  


0 comentarios: