UN SOBRINO MUY CARIÑOSO
Se
levanta con calma. Sacude su ropa y se pasa las manos por el pelo. Compone la
figura. Es noche cerrada y nadie ha podido verle. Está tranquilo. Contento.
Se
agacha para recoger el envoltorio que ha dejado en el borde de la tumba;
aproxima la luz de la linterna y comprueba, una vez más, su contenido. No falta
nada.
Ha
esperado un año, para no levantar ninguna sospecha, y recuperar lo que había
escondido en el ataúd de la tía Melisa.
Después
del robo efectuado en la casa que compartía con ella, la policía investigó
durante meses, intentando encontrar alguna pista sobre todas las joyas
desaparecidas. Con el paso del tiempo, al no obtener ningún resultado, terminaron
por archivar el caso.
Fue
una suerte que la tía Melisa estuviese tan enferma; la verdad es que él había
ayudado un “poquito” con unas precisas cucharadas de láudano, hasta conseguir
eso que se dice “morirse en el momento oportuno”.
Llevaba
muchos años cuidándola sin recibir ni una sola palabra amable por su parte, y
sin esperanzas de heredar nada. Se lo había dejado muy claro: “Todo será donado
a una institución religiosa”. Quería que rezasen por ella, para alcanzar el
cielo.
Sonríe
al recordar cómo, cariacontecido y lloroso, pidió que no fuera incinerada, alegando
que era deseo de la difunta ser enterrada, y que él le había prometido llevarla
flores a menudo. Se alabó su comportamiento tan afectuoso, siendo sólo un
sobrino.
Miró
sin pena el estropicio causado en el cadáver. Ahora escarbaría en
otras tumbas para confundir a la policía. Creerían que se trataba de ladrones
buscando objetos valiosos con los que entierran a algunos difuntos, o quizás
unos gamberros o una secta… no sería la primera vez. Mañana, cuando todo se
descubriera, nadie pensaría en él.
Durante
unos meses más seguirá siendo el cariñoso sobrino que todos creen. Sabe que se
comenta lo bien que se está portando, cómo seguía llevándole flores
puntualmente, lo mucho que debía quererla, que no le importó que su tía hubiera
donado todos sus bienes, incluida la casa en la que vive, y qué deberá dejar en
breve.
Dicen
que ¡no fue justa! A él también se lo parece. Por eso, hizo lo que hizo.
Aprovechará
el momento en que deba dejar la vivienda para decir que se va una temporada a
casa de unos amigos, en otra ciudad.
Después
iniciará el recorrido, que siempre ha soñado empezando por Tierra de Fuego,
Chile, Brasil y seguirá por el resto del mundo hasta que se acabe la
sustanciosa herencia, que, sin querer, le ha dejado su “adorada” tía Melisa.
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