En verdad te digo, Devesa de Curueño, un pueblecito rural de la provincia de León, tirando p'al Norte, todavía tiene vacas...como otros tantos y similares por el estilo. Y yo siempre quiese ser una de ellas. En verdad te digo. Sí, porque la vaca es un animal tan noble y generoso -nos lo da todo, como el cerdo, pero son mucho más limpias que el puerco- que me encanta porque somos como primos-hermanos: yo también soy noble y generoso, lo que pasa es que no sé cómo hacer constar mi generosidad porque no tengo un chavo. En verdad te digo... De pequeño, cogía dos palos de avellanar, pulía sus extremos inferiores como si de dos pezuñas se vaca se tratara y me iba detrás de ellas caminando al igual que ellas, dando esos pasitos quedos pero firmes, una pezuña de atrás sin pisar a la de adelante, a un ritmo tipo Bolero de Ravel, en su primeros compases. Ellas se daban perfecta cuenta de lo que yo hacía y aspiraba a ser y me acogieron como una vaquita más, mugiéndome y lamiéndome con cariño; haciéndome, a veces, un corro y moviendo la cola-quita-moscas al mismo compás. ¡Qué ratos tan maravillosos de la infancia vacuna mía..! En verdad te digo. Y, además, en Devesa de Curueño, un pueblecito que todavía tiene vacas...como muchos otros tantos y similares por el estilo. ¡Ay, las vacas de Devesa, cómo me embelesan, muuuu!
Iñaki