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Postal 11


Kaixo lagunak (¡Hola, amigos!):
De Rentería (o Errentería, en vasco, provincia de Guipúzcoa) se suele decir que es la ciudad de la alegría porque de todos los núcleos urbanos de los alrededores de San Sebastián (de la que la separan tan sólo cinco km.) es el más vivo y dinámico. Hace siglos, le fue otorgado el título de Villa por la realeza porque era aquí donde se recaudaban las rentas de la comarca. En las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta, fue uno de los focos industriales más importantes del Norte. Ahora, años después de la reconversión industrial, se ha reinventado en prácticamente una ciudad de servicios aunque la nueva industria también ha hecho su aparición.
Las gentes de esta ciudad de algo menos de 50.000 habitantes son activas, les gusta la fiesta y se comprometen en múltiples actividades sociales y culturales (no solamente a la hora de juntarse a tomar “chiquitos” o vinos con la cuadrilla).
En un verano en el que no podré pasar las vacaciones en mi lugar de la infancia y adolescencia, numerosos recuerdos se acumulan en mi memoria: los juegos de bules (escondite) con los amigos del barrio, las interminables hogueras de San Juan en medio del patio de mi comunidad de vecinos, mis “conciertos” de acordeón en la iglesia, los bailes dominicales en la Alamedia…¡Ay, no sé por dónde continuar! Se me pone un nudo en el estómago…Debería tomar un “pintxo” (tapa) y un txacoli para calmar mi ansiedad.
A pesar de llevar veinte largos años en los madriles y sentirme muy a gusto aquí, en Rentería sigue estando mi casa.
“Cuando desde el fondo de mi corazón pienso en mi hogar, Rentería vuelve una y otra vez a mi imaginario sentimental”.

Iñaki Ferreras

TARJETA POSTAL Nº 5


¡Hola, amigos!:
Los recuerdos de mi niñez y adolescencia veraniegas me retrotraen al pueblecito leonés de mi madre, Castro del Condado, un lugar con claras reminiscencias de la época de la dominación romana, donde, aún, prevalecen algunas costumbres ancestrales y expresiones y localismos que no se encuentran en ninguna otra parte de España. Al contemplar la imagen, una profunda melancolía me invade y las lágrimas se me saltan de los ojos.  Fueron veranos plenamente felices, llenos de correrías por las heras, prados y bosques de pinos y robles. Los días eran interminables y llenos de actividades. Las vacas eran las protagonistas absolutas con su andar pausado y esa tranquilidad, la mejor medicina anti-estrés. Como la mejor medicina para seguir sabiendo quiénes somos es recordar, de vez en cuando, lo que fuimos. Sólo así conservaremos nuestra más pura esencia para poder seguir encarando la lucha de la vida diaria.
Os deseo un verano lleno de agradables recuerdos.
Iñaki