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CON NOMBRE PROPIO: MARISOL MARIÑO








SI LA LLUVIA NO CESA...



Los ojos verdes de Rogava, siguen con angustia la marcha de su pueblo.
Se siente impotente ante los dioses, en los que ya no cree, pero a los que no deja de preguntar ¿por qué permiten esto? Lleva días lloviendo y los caminos se han convertido en ríos que arrastran lodo y piedras. La fuerza del agua sobrecoge.
Contempla angustiado la marcha de su pueblo, quiere detenerles, convencerles, que no hay nada ni nadie allí arriba que les pueda ayudar.
Desolado, ve como se hunden las chozas construidas con tanto esfuerzo igual  que pequeñas barcas de papel, arrojadas a un lago.
Les grita, pero no le escuchan. Se para, sus pies se hunden en el lodo. No puede continuar. Impotente y solo, ante el silencio torrencial de aquella lluvia inhumana, Rogava llora.
Los grandes árboles que impiden ver el cielo, se abrazan queriendo proteger a los pequeños moradores de la isla. Su marcha silenciosa parece una larga y apretada hilera de hormigas gigantes.
Sigue lloviendo. Cuando alcanza la cumbre los ve, sentados adorando la estatua de ese dios frío y poderoso. Un dios sin vida que no se conmueve ante el dolor de su pueblo. Un dios indiferente antes las ofrendas y los rezos.
El más anciano se levanta y alzando los brazos grita:
   “Nuestras ofrendas no bastan. Sólo la sangre calmará su ira”.
Las madres abrazan a sus hijos. Los hombres murmuran. Los niños callan.
Él quiere implorar al anciano y a su dios. Pero sólo sus lágrimas caen en silencio.
El cielo también llora y... las aguas bajan rojas.

CON NOMBRE PROPIO: MARISOL MARIÑO






ESCRIBIR

Escribir, escribir ¿para qué?, dijo el poeta; lo que piensas seguro que ya lo ha dicho alguien y posiblemente mucho mejor que tú. La frase no es literal, pero esa era  la idea.
Cuando tengo la intención de escribir, es lo primero que me viene a la cabeza, y entonces pienso “¿para qué? acaso crees que algo de lo que digas, será nuevo, interesante, ameno”. Me respondo que no, y no inicio el trabajo.
En algún lugar escondido de mí ser existe un gusanillo que remueve mis pensamientos y dice:
–¿Qué importa lo que digas? ¡Dilo! Habla de lo que piensas, de lo que sientes, de lo que temes. Cuenta lo que te gusta, lo que deseas, aquello que amas, lo que detestas.
Exprésate, me dice, como eres. No creas que lo que escribas resultará estupendo, ni gustará muchísimo, ni pienses un segundo que podrás llegar a ser famosa. Pero... puede existir una persona, tan solo una persona a la que pueda gustarle o quizás ayudarle, tal vez interesarle tus escritos. ¿No te parece que eso sería suficiente?
La lucha sigue abierta entre el “gusano”  y yo.
–¿Sinceramente crees qué puede existir esa persona?
–¿Por qué no? insiste, cabezota.
–¡No puedes estar seguro de ello!, le contesto airada.
–¡Y no lo estoy, ¿pero no te sientes bien cuando lo haces?
–Sí, digo sin mucha convicción.
–Pues ahí está. Ya existe al menos una persona a la que le viene bien que escribas: TÚ.
Me quedo pensativa y sonrío, quizás tenga razón el “gusanillo”...
Y me digo bajito:
¡Ponte a escribir, que merece la pena!

CON NOMBRE PROPIO: MARISOL MARIÑO







DIFERENTES REFLEJOS


Me miré reflejada, en la barca que sola,
y encallada en la arena,
esperaba tranquila que las olas amigas,
arroparan su casco.
Comenzarán de nuevo las caricias del agua,
y al vaivén de su quilla,
iniciarán la danza que da paso a la vida.
Y a la luz de la noche, con el faro encendido,
sonrieran sus redes, relucientes y llenas.


Me miré reflejada, pero ¡qué diferente!
su esperanza y la mía.
En mi vida encallada, en la arena diaria,
no hay mareas que cambien al rumbo de las horas.
Ni luces en la noche, ni siquiera linternas,
ni peces de colores, dentro de una pecera.
No vendrán los amigos a abrazar con cariño
este cuerpo que roto,
quiere seguir tejiendo en la vida sus redes,
y volver a creer... y tener esperanza.