Los ceramistas dicen que el primer alfarero fue Dios y su obra Adan, y si nos atenemos a las enseñanzas de la Biblia, sería cierto. Sea como fuere, modelar una pella de barro y convertirla en un utensilio útil, en una figura o en un objeto de adorno, es un placer. Lo es en mayor medida cuando esa pieza salida de las manos del artista obtiene un reconocimiento. Así ha sido con la ceramista Marta González Pérez, que se alzó con el primer premio del certamen convocado por el Ministerio de Agricultura, y relacionado con el medio ambiente, por su obra Continuidad: hierba y viento.