"PASEN Y LEAN"

SEGUNDA PARTE DEL CUENTO COMÚN DE LOS TAF, CUYA PRIMERA ENTREGA FUE PUBLICADA EL PASADO 06/02/2010



OSCURO RETRATO DE FAMILIA

II



Después de todo papá no se ha portado tan mal -pensó- y sentada en el borde de la cama imaginó qué podía hacer con el trabajo ¿llamaría para renunciar? ¿Se tomaría una pausa hasta arreglar todo? Estaba confusa; mejor esperar; sencillamente les diría que su madre estaba enferma, le debían vacaciones.



No sabía cuanto tiempo le demoraría llegar hasta Winterthur para coger el dinero de la cuenta; por avión viajaría hasta Zürich y desde allí alquilar un coche, pero también podía salir de Madrid en tren, llegar a Francia y luego hacer conexión a Suiza. Sí, tomaría el tren y eso le daría tiempo para aclarar ideas.



No quería excluir a su madre del regalo pero sentía que era mejor callar, prefería arreglar las cosas y luego hablarle.



Si realmente la cuenta tenía más de seis ceros podría dejar de trabajar, comprar una casa, ayudar a los amigos, hacer algún viaje… no quería olvidar a nadie. Todo esto pensaba mientras miraba por la ventanilla del tren; realmente el paisaje era igual que las fotos del calendario de la cocina: montañas imponentes, pequeñas casas de madera aquí y allá, algunas vacas pastando en las laderas y árboles que se dirían colocados. Un mozo atravesó el compartimiento ofreciendo bebidas calientes y bollería; pidió un chocolate, se quemó y, levantándose, buscó en la bolsa de viaje una pastilla de perborato para calmar la quemazón. Cuando volvió a sentarse descubrió que en el asiento contiguo a la puerta estaba Jorge.


-Vaya, -pensó- qué casualidad. El destino que tanto nos ha ignorado, ahora parece ponernos en paralelo…


-Más que en paralelo – se adelantó Jorge – yo diría que de forma oblicua.


-¿Oblicua? Perdona, no entiendo…


-Bien. Qué más da. Al menos en este momento marchamos en la misma dirección. Basta. Voy a París. He de resolver unos asuntos.


-Yo, no. He de cambiar de dirección dentro de...


Ambos jóvenes continuaron aquella conversación, que de seguir en aquel tono, acabaría en monosílabos porque, si bien las circunstancias les juntaban, la realidad vendría acompañada de sorpresas que habrían de resolver de forma satisfactoria, dado que el destino actuaría de manera negativa y perpendicular a sus deseos más inmediatos. Ella, Patricia Magallanes, en nada hacía honor al apellido aventurero que ostentaba. Siempre había sido pacata, amoldada a un vivir rutinario, sin sobresaltos, algo muelle en ese dejarse llevar por la inmediatez y su espíritu evasivo entre la marabunta de las grandes superficies comerciales, aunque todavía no le habían asaltado sentimientos cleptómanos. Así es que, como si su vida fuera sobre ruedas, tal suele decirse, cumpliría el objetivo al que había sido abocada por el mensaje de la nota encontrada en el doble fondo del retrato de un señor, su padre -a cuyo sepelio había asistido- pero que ella desconocía totalmente.



Las señas estaban claras, y si nada se interponía, todo saldría a pedir de boca. Para ello, y por si acaso, había invocado a sus seis espíritus benefactores simbolizados por las efigies de los tres búhos minervinos, emblemas contrapuestos de la sabiduría: ver, oír y callar, para que encauzaran sus decisiones. No había adquirido este hábito por gazmoñería fetichista o supersticiosa, sino por ese afán previsor del alma femenina en estado puro. No era, tampoco, cuestión de volver a enredarse en el cuento de la lechera que ya se había planteado en otra ocasión. El futuro se pintaba feliz, mas, al despertar de una cabezadita, advirtió que en el lugar antes ocupado por Jorge, ahora se hallaba un señor de apariencia grave y bonachona con aspecto de un Hércules Poirot cualquiera.


-¿Señorita Magallanes?- inquirió con una entreabierta sonrisa.


Asombrada, Patricia, contestó afirmativamente con una interrogación en los ojos.


-Soy Juan Sebastián de la Morena. El señor don Jorge Ruiz de Palomo Santaélices me ha encargado que me ocupe de usted.


-¿Por qué?


-Para acompañarla a Zurich, mientras él soluciona unos problemas en París.


-Y… ¿a qué se debe tanta amabilidad?

-Si no estoy errado, ustedes son legalmente hermanastros ¿verdad?

-Sí, claro, dentro de lo poco que sé.

-Pues bien, señorita, tengo el deber de ayudarla en todo lo concerniente a sus tramites, tanto en el banco como en las respectivas cuestiones legales del capital que usted retiraría. Espero que lleve consigo la numeración y el código, junto a la contraseña.

-Por supuesto, pero yo no pienso entregársela a usted.
-¡Válgame Dios, ni yo se lo pido! Soy sólo su asesor legal y el de su hermanastro.

Patricia trató de comprender el porqué del interés de Jorge por ella. Pero la cordialidad del hombre le tranquilizó y con una charla informal y amena pasó el tiempo y eliminó las dudas.

Al llegar a la estación, otra sorpresa: Jorge los estaba esperando. Después de un breve saludo tomaron un taxi y se dirigieron a la sede bancaria.



Jorge y Patricia entraron juntos y comprobaron que los códigos coincidían, por lo que las dos llaves que habían recibido de su padre pertenecían a una misma caja. La sorpresa la incertidumbre y la expectativa se sumaron a la curiosidad por tanta coincidencia.

Visiblemente nerviosos, se prestaron a abrir la caja de seguridad. En el interior encontraron varios sobres. Cada uno con un dígito como si pidieran ser abiertos en orden aritmético. Jorge comenzó con el número uno: su interior estaba dirigido a él y explicaba lo mucho que le quiso y que procuró ser un buen padre. Terminaba pidiendo disculpas si no lo había logrado.



El número dos era para Patricia y allí le contaba lo triste que siempre estuvo por no decirle cuánto la quería y lo mucho que había deseado tener una hija. Y también se disculpaba por no haber sabido expresar todo su amor para con ella.



El tercer sobre explicaba y enumeraba las distintas cuentas bancarias que poseía, y que ellos serían los herederos.



El número cuarto contenía otro sobre que estaba dirigido a la madre de Patricia, por lo que no lo abrieron.



El quinto tenía un enunciado “Para que lo leáis los dos juntos, mis hijos, Jorge y Patricia” Y lo leyeron:



Queridos hijos, hay algo que debéis saber. Querido Jorge, me casé enamorado de tu madre, pensando en formar una familia con hijos, nietos y todo lo que un hombre desea para preservar la especie. Disculpad que sea tan duro pero, con mi enfermedad y sin muchas esperanzas, no tengo tiempo para formalismos. La desgracia es que tu madre, Jorge, siempre fue estéril. Pero con inmensa alegría conseguimos adoptarte y, agradeciendo a Dios todos los días, pudimos educarte y verte crecer como el hombre de bien que eres ahora. Tu madre sólo tuvo ojos para ti, querido Jorge, y yo tuve ojos sólo para María, que con su amor me hizo el regalo más maravilloso: darme una hija. No podía darle ese disgusto a tu madre, Jorge, con lo que ella te cuidaba y quería. ¡Eras su hijo! Adoptivo, pero su hijo. Espero que comprendáis mi situación. Y cómo mi corazón está volcado en vosotros dos. Toda mi fortuna será para ambos a partes iguales, porqué los dos sois mis hijos.

Os abrazo con toda la fuerza de mi amor. Vuestro padre....



Jorge y Patricia, mudos, se miraron consternados. Segundos después se encontraron fundidos en un apasionado beso que duró varios minutos. Mientras, don Juan, miraba asombrado desde el despacho cercano.



FIN

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, al fin se sabe el desenlace, un culebrón en toda regla.

Marcos Callau dijo...

Muy bueno el final. Tiene mucho mérito escribir un relato común que además quede tan perfecto. Lo considero una genialidad.

Anónimo dijo...

Casi se me había olvidado la primera parte, pero lo he releido y me gusta como os ha quedado, tiene un final sorprendente y feliz, que en estos tiempo de malas noticias se adradecen. La próxima vez no dejeis pasar tanto tiempo entre la primera y la segunda entrega, es una sugerencia.

Ana dijo...

Esta bien el cuento y no parece escrito entre varias personas, pues solo en algunas partes se nota diferente tono y forma de narrar.

Nines dijo...

Ya estaba deseando leer la segunda parte, madre mia me he quedado pasmada, esto si que es un culebrón. Buenas noticias al final del relato.

Pilar dijo...

He estado "paseando por vuestro blog" y este relato me ha encantado.
Besitos