"El perfume y las tinas de colores"
Confiesa Francisco Brines (XIX Premio Reina Sofía de Poesía) en una reciente
entrevista: ³Lo misterioso de la poesía es que tú la escribes, pero tú no la
eliges. Se apodera de ti. No sabes lo que vas a decir, sin embargo, sin
saber lo que vas a decir pones o tachas. Es algo muy extraño, pero ocurre
así².
Y así es, porque la poesía sale de lo más profundo de las tripas, del alma,
y allí sólo guardamos lo esencial, unas pequeñas gotas de destilado. Y una
vez extraído el tapón del pequeño perfumero, acción imprescindible cuando
nos disponemos a escribir, la esencia se evapora de manera inevitable,
impregnando el papel y la tinta, la mano y la pluma. Y con la mano y la
pluma podremos trazar los rasgos de unas letras o de otras, pero dará igual,
porque el sentir verdadero, el que se alojaba en el concentrado del
esenciero, ya lo habrá empapado todo, sin que nos diéramos cuenta, mucho
antes que las palabras lleguen a componerse. Y esa esencia verdadera es tan
persistente que será la que despidan para siempre los versos del poema,
ajenos ya a nuestra voluntad.
No ocurre lo mismo con otros tipos de escritura. Para la composición de los
demás textos utilizamos los pensamientos, que se alojan a millones en
nuestro cerebro. Tenemos tantos, que continuamente se están reubicando
cuando llegan otros nuevos, para que quepan los recién llegados y los que ya
eran veteranos. Estos pensamientos también son líquidos y los almacenamos en
enormes tinas de colores: rosa, azul, marrón Y cuando nos decidimos a
escribir, dependiendo del tema y del tono del texto, elegimos de qué tina
extraeremos los pensamientos y en qué cantidad. Y así, poco a poco, iremos
componiendo nuestro relato. Pero ocurre en este proceso un fenómeno curioso.
Y es que, después de lanzado el pozal a la tina elegida y una vez recuperado
rebosante de pensamientos del color correspondiente, nos damos la
oportunidad de examinarlos antes de ser usados en nuestra composición. Y no
pocas veces, al ser analizados a la nueva luz del momento, no tenemos más
remedio que reclasificarlos. Y aquellos que creíamos debían alojarse en la
tina de color marrón oscuro, ahora los volcamos en la de color teja. Y los
que con firme convicción habíamos alojado una vez en la tina rosa, no
tenemos más remedio que volcarlos en la de color vino.
Opinan los conocedores de las afecciones del espíritu que, cuantas más
gradaciones de color utilicemos para nuestras tinas, más oportunidades de
felicidad tendremos. Ese debe ser el motivo de la facultad sanadora de la
escritura, de la lectura y de la conversación sosegada con un amigo: nos
obligan a un esmerado y continuo mantenimiento de nuestra bodega.
En soledad, y sin la revisión lúcida de la escritura o de la lectura, ocurre
justamente lo contrario: por desidia, por pereza, por racaneo de esfuerzo,
tendemos a pintar usando un mínimo de colores. Hasta que llega el momento en
que sólo tenemos tinas de color blanco o de color negro. Muchas más de color
negro. Ellos, los especialistas, lo llaman pensamiento dicotómico.
Y concluye Francisco Brines en su entrevista de El País del 29 de abril de
2010:
³Cuando estamos pletóricos no escribimos. Escribimos cuando no vivimos. No
queda otra, es una necesidad. No soy un poeta muy estimulado,
desgraciadamente soy tacaño y sólo escribo cuando no hay más remedio. Pero
cuando lo hago me siento muy pleno, muy realizado. Y además me sorprendo,
porque me ayuda a encontrarme, soy yo, sin ninguna necesidad de dibujar un
autorretrato².
SUSANA MATILDA
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