CON NOMBRE PROPIO. Rosario Plaza




El sueño

Una fría noche de invierno, del mes de diciembre:
Sentada ante la mesa de su despacho corrigiendo exámenes, notó que el tiempo se paraba, como si fuera eterno, al igual que los días del último año. Tenía que salir de allí necesitaba unas vacaciones.
No esperó a que amaneciera, metió unas pocas cosas en una maleta, subió a su coche y se marchó a su casa pensando que allí podría descansar y recobrar la tranquilidad. Tenía un largo camino hasta su pueblo.
Su pueblo estaba enclavado en el norte de España y debido a la cercanía del mar siempre tenía bruma y niebla.
Cuando llegó, nada había cambiado. Todo estaba igual, como el día que se fue y de eso hacía muchos años, tantos que no quería recordar.
A lo lejos, divisó la silueta de su casa en lo alto de la colina. La casa estaba rodeada de una espesa niebla. Corrió. Estaba deseando llegar. Pero la casa parecía que también corría, en dirección opuesta, huyendo de ella. Al fin llegó a la casa abrió la puerta y entró, al cerrar le pareció que algo había cambiado pero todo estaba igual. Tan igual que no se acordó que la casa no tenía luz, se había quemado la instalación hacía mucho tiempo. Cogió una vela que había en un cajón de la mesa de la cocina e intentó subir a su habitación a descansar de su largo primer día de las ansiadas vacaciones.
Se durmió, pero el sueño no era placentero, era agitado. Volvían esas pesadillas de siempre, imágenes de personas, de cosas, de una niña corriendo siempre corriendo y, sobre todo, de relojes: relojes de pulsera, de arena, de todo tipo. y una voz que decía: “No tengo tiempo llego tarde”.
Despertó en un charco de sudor y se dio cuenta que estaba en su vieja habitación. Vio claro lo que la aterraba desde hacía mucho tiempo. Era. “Alicia en el País de las Maravillas “ y la voz que oía era la del señor Conejo con su reloj. “¡Niña no me interrumpas, voy a una recepción y no me puedo entretener. No tengo tiempo!”
Buscó el libro y lo releyó y se dio cuenta que la niña que corría era ella y lo que la atemorizaba era el tiempo, siempre el tiempo. Por eso salía huyendo ¿De qué…?

Rosario Plaza

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