VERSO A VERSO. Antonio Gutiérrez. Poema ganador del XLV Certamen Literario Daya Nueva

   
Imagen de Aleizar 

    ¡QUÉ CORTO FUE EL SUSPIRO!

     ¡Qué corto fue el suspiro!,
¡qué desnudo vino el tiempo!,
qué ligera volaste sobre mi espalda de canela,
dejándome en la orilla,
tu perfume de pájaro sin rama.

     Estas que ves, huellas son de tus besos,
llagas de un mar que ni siquiera has visto,
gotas de un cielo que llueve su venganza,
sobre el mudo temblor de los alcores.

     Entre tu piel y mi piel, la vida se detiene
y una ola de sangre hay
que mancha mi decir con su estallido
y alumbra cada pétalo de sombra,
bajo el fugaz cobijo del miedo y la costumbre.

     Recuerda otro final,
algún adiós grabado en la memoria,
otro azar imprevisto,
mi nombre escrito sobre la yedra
de esta tarde sin raíces
y vuelve a soñar , de nuevo, con la lluvia,
con el espejo azul de mis pupilas.

     Y te vas, y huyes
y abandonas el campo de batalla,
mientras dejas ardiendo sien y labios,
mientras el fuego: eco de aquella cobardía,
salpica con sus lágrimas,
el tiempo y la distancia que robamos,
el jazmín y la música
de frágiles abanicos de marfil,
abiertos sobre la suave dulzura de las lilas.

     Ya no te espero,
ahora camino y te extraño,
ahora imagino un universo de azares,
entre las sábanas inmaculadas,
por donde volaban los violines verdes de tu vida,
las sedas y las máscaras
de aquellos primeros besos sin espacio.

     Sólo se oía tu silencio,
la herida carmesí de las gaviotas,
el arrebol ausente del crepúsculo,
la espumosa juventud de los trovadores,
llegándose, entre olas y espadas,
hasta el mágico relámpago de los jazmines
para contarme un sueño de burbujas,
sobre tu piel de nieves y de ópalos,
mientras yo multiplicaba tu distancia,
más allá de las magnolias desangradas.

     Algo de ti sobrevive en los espejos,
algo de aquella pasión y sus corceles,
algo de aquel viento de armiño
que en ángeles se alzaba,
para encender las antorchas del futuro,
con un vértigo de láudano y charoles.

     Los dioses ya no tienen rostro
y bajo la arena del olvido,
esqueleto de espumas son, relámpagos de hielo,
ciegos jinetes atravesando bosques de silencio,
nubes desterradas en el oscuro fondo del ocaso,
donde sólo se oye el quebrado beso de las brujas,
tímidamente vertido sobre la sangre aún tibia,
de esta paloma agonizante.

     Pero quién entretiene a la noche,
quién corona a las sirenas
con estrellas de bruma y soledad,
quién abre sus espacios
a la llama y los brillos de otros tules,
para alumbrar el alma que tú dejaste a oscuras.

     Ven tacto inmortal, ceniza rota,
agotadora claridad de este otoño,
silencio deshojado donde la luz declina
y son tus alas, viscosos laberintos de recuerdos,
copa bebida tras un brindis de rosas,
mientras lloro envuelto por el humo
que las esquinas tatúan,
en el umbral de mi piel adormecida.

     ¡Oh, si! Tú princesa,
llevabas una gardenia en el pelo,
una pálida pregunta entre los labios
y un cisne de nácar, en tus verdosos andares submarinos;
mas quién se acuerda, ahora de tus ojos,
de tu sonrisa desvivida detrás de cada puerta,
de tu quebrado pulso de cristal,
de tu pisar hambriento sobre mi sombra de dudas.

     Sólo sé que se cumplió el augurio,
que la campana ya no sabe llorar,
que perdida la memoria…
una luna purísima,
su misterio demora tras los siglos,
que aquella golondrina de papel,
hoy comparte su exilio con nosotros.

1 comentarios:

PILARA dijo...

Felicidades por el premio, indudablemente merecidísimo por tan hermoso poema. Siempre es un placer leerte.