CON NOMBRE PROPIO: MARISOL MARIÑO








SI LA LLUVIA NO CESA...



Los ojos verdes de Rogava, siguen con angustia la marcha de su pueblo.
Se siente impotente ante los dioses, en los que ya no cree, pero a los que no deja de preguntar ¿por qué permiten esto? Lleva días lloviendo y los caminos se han convertido en ríos que arrastran lodo y piedras. La fuerza del agua sobrecoge.
Contempla angustiado la marcha de su pueblo, quiere detenerles, convencerles, que no hay nada ni nadie allí arriba que les pueda ayudar.
Desolado, ve como se hunden las chozas construidas con tanto esfuerzo igual  que pequeñas barcas de papel, arrojadas a un lago.
Les grita, pero no le escuchan. Se para, sus pies se hunden en el lodo. No puede continuar. Impotente y solo, ante el silencio torrencial de aquella lluvia inhumana, Rogava llora.
Los grandes árboles que impiden ver el cielo, se abrazan queriendo proteger a los pequeños moradores de la isla. Su marcha silenciosa parece una larga y apretada hilera de hormigas gigantes.
Sigue lloviendo. Cuando alcanza la cumbre los ve, sentados adorando la estatua de ese dios frío y poderoso. Un dios sin vida que no se conmueve ante el dolor de su pueblo. Un dios indiferente antes las ofrendas y los rezos.
El más anciano se levanta y alzando los brazos grita:
   “Nuestras ofrendas no bastan. Sólo la sangre calmará su ira”.
Las madres abrazan a sus hijos. Los hombres murmuran. Los niños callan.
Él quiere implorar al anciano y a su dios. Pero sólo sus lágrimas caen en silencio.
El cielo también llora y... las aguas bajan rojas.

1 comentarios:

tafpilar dijo...

Una descripción magnífica para una historia tremenda y dramática.