CON MOMBRE PROPIO: MATILDE LLEDÓ PÉREZ







MIS DÍAS DESHABITADOS

Llevaba dos horas mirando aquella fotografía. Nada. La página seguía intacta, inmaculada. Ni una sola línea. Solo un folio con  ese color sin color, que es símbolo de pureza, salvo si pretendes ser  escritor. Entonces se convierte en el temido pánico a la hoja en blanco. A la hoja o la pantalla vacía de un frío ordenador.
¡Qué extraña pasión ésta de la escritura! Hay días en los que una consigue media página que cree gloriosa. Entonces, te inflas como una gallina clueca y sacas a pasear tu plumaje de pavo real. Pero luego están esos otros días, los deshabitados.  Esos en lo que tu cerebro vaga  en el vacío del espacio sideral. Lo más probable entonces, es que acabes llenando de hojas el cesto de la basura o la papelera de reciclaje.
¡Hay que echarle narices para ponerse a escribir esos días¡  Se trata de armarse de valor y esperar que un adjetivo no te arrugue el alma.
Hoy era uno de esos, de los deshabitados. Y allí andaba yo, gravitando sin rumbo fijo.
 Tierra llamando a inspiración ¡Anda mira el cinturón de Orión!
Ya está, pensé, invocaré a Calíope, Clío y Melpómene. Cualquiera de ellas servirá,  con tal de que me regalen un soplo de iluminación. En seguida recobré el juicio. Para mí las musas es solo una estación de metro. Nunca he creído yo en señoras mitológicas que faciliten la tarea.
Así que bajé a la tierra y volví a la foto de marras. Era una foto en blanco y negro de una pareja  joven que viajaba en un descapotable.  Los dos eran atractivos. Aunque en realidad, a mí quien me llamaba la atención era la chica. Creo que mi espíritu feminista se está haciendo cada vez más fuerte.
¿Qué iba a hacer con aquella mujer que sonreía ajena desde el papel? Confieso que mi primera idea fue la de estrellar el coche. Vale, cuatro líneas y los tiro por un barranco. Pero me sucedió algo fatal para un escritor. Me impliqué con mi personaje. Como iba a hacerle eso a aquella  chica. Parecía tener tantas ganas de vivir.
Mi tránsfuga inspiración buceo desesperada en todos los tópicos acostumbrados ¿Qué tal le iría la tan manida historia del príncipe azul? El chico era guapo y no hacían mala pareja.  Lo descarte de inmediato. Nunca me han gustado los príncipes y ni mucho menos azules. Algunos destiñen descaradamente. En otros, el azul toma un degradado tono rosáceo. En esos casos la chica suele acabar confusa. Consolándose con la idea de haber encontrado al menos un amigo. Ese amigo capar de hablar durante horas de emociones sin bostezar ni echar un vistazo al resultado de los partidos. Pensándolo bien, no estaba tan mal la idea. Pero no, yo no quería eso para mi protagonista.
La coloqué de espía rusa, amante despechada, ingenua adolescente, niña de familia bien que va a la hípica, asesina despiadada. Hasta pensé en un androide, programado para acabar, por fin,  con el predominio del género masculino.
Pero nada. Los días deshabitados son así. Cualquier idea termina en un bucle y vuelve de nuevo al comienzo sin haberse definido.
Miré de nuevo la foto y me dirigí a la chica en voz alta.
-Te doy la libertad- le dije- Puedes hacer lo que quieras. Ama, ríe, sueña, juega si te apetece. O, si lo prefieres, para en el próximo desvío y dile a tu acompañante que abandone el coche.
-Cenicienta te otorgo el volante de tu carroza de 220 caballos. A partir de ahora sólo tú conduces tu vida.
Me pareció que la muchacha alzaba los brazos en señal de júbilo. O quizás ya los tenía levantados desde el principio. De lo que si estoy segura es que de que al levantarme de la mesa escuche una pregunta.
        -Perdona, ¿es diésel o gasolina?

  MATILDE LLEDÓ PÉREZ

1 comentarios:

Graziela dijo...

Muy bueno Matilde. Yo también he sufrido esos días deshabitados. A ti te han dado para una historia...
Gracias por compartirla.