DESDE DENTRO: MARISOL MARIÑO

                                   

  UN SOBRINO MUY CARIÑOSO

            Se levanta con calma. Sacude su ropa y se pasa las manos por el pelo. Compone la figura. Es noche cerrada y nadie ha podido verle. Está tranquilo. Contento.
            Se agacha para recoger el envoltorio que ha dejado en el borde de la tumba; aproxima la luz de la linterna y comprueba, una vez más, su contenido. No falta nada.
            Ha esperado un año, para no levantar ninguna sospecha, y recuperar lo que había escondido en el ataúd de la tía Melisa.
            Después del robo efectuado en la casa que compartía con ella, la policía investigó durante meses, intentando encontrar alguna pista sobre todas las joyas desaparecidas. Con el paso del tiempo, al no obtener ningún resultado, terminaron por archivar el caso.
            Fue una suerte que la tía Melisa estuviese tan enferma; la verdad es que él había ayudado un “poquito” con unas precisas cucharadas de láudano, hasta conseguir eso que se dice “morirse en el momento oportuno”.
            Llevaba muchos años cuidándola sin recibir ni una sola palabra amable por su parte, y sin esperanzas de heredar nada. Se lo había dejado muy claro: “Todo será donado a una institución religiosa”. Quería que rezasen por ella, para alcanzar el cielo.
            Sonríe al recordar cómo, cariacontecido y lloroso, pidió que no fuera incinerada, alegando que era deseo de la difunta ser enterrada, y que él le había prometido llevarla flores a menudo. Se alabó su comportamiento tan afectuoso, siendo sólo un sobrino.
            Miró sin pena el estropicio causado en el cadáver. Ahora escarbaría en otras tumbas para confundir a la policía. Creerían que se trataba de ladrones buscando objetos valiosos con los que entierran a algunos difuntos, o quizás unos gamberros o una secta… no sería la primera vez. Mañana, cuando todo se descubriera, nadie pensaría en él.
            Durante unos meses más seguirá siendo el cariñoso sobrino que todos creen. Sabe que se comenta lo bien que se está portando, cómo seguía llevándole flores puntualmente, lo mucho que debía quererla, que no le importó que su tía hubiera donado todos sus bienes, incluida la casa en la que vive, y qué deberá dejar en breve.
            Dicen que ¡no fue justa! A él también se lo parece. Por eso, hizo lo que hizo.
            Aprovechará el momento en que deba dejar la vivienda para decir que se va una temporada a casa de unos amigos, en otra ciudad.
            Después iniciará el recorrido, que siempre ha soñado empezando por Tierra de Fuego, Chile, Brasil y seguirá por el resto del mundo hasta que se acabe la sustanciosa herencia, que, sin querer, le ha dejado su “adorada” tía Melisa.




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