TAF SE MUEVE: CHEMA MADOZ Y JARDÍN BOTÁNICO












Empezamos la salida mensual agradeciendo la maravillosa mañana para nuestra visita al Real Jardín Botánico de Madrid, con motivo de la exposición del fotógrafo CHEMA MADOZ.


Estudió Historia del Arte, y cierto día, antes de emprender un viaje se compró una máquina Olympus y empezó a estudiar fotografía paralelamente en el Centro de Enseñanza La Imagen.



Esa primera cámara fue reemplazada por una Hasselblad, que es la que continúa usando en la actualidad.
En muy poco tiempo desarrolló un estilo que imprimió a cada una de sus obras un sello único y personal.

La exposición del Botánico presenta 62 fotografías producidas por 

el autor entre 1982 y 2018 en diálogo con la naturaleza.




Chema juega con todo y despliega su imaginación, cambiando la naturaleza de las cosas. Así, conjuga vegetales o minerales con animales,  creando un mundo personal en el que transforma hojas, ramas, agua, nubes, maderas, plantas, flores, piedras... ofreciendo las combinaciones más sorprendentes.













   Transforma elementos vegetales u objetos cotidianos,  ofreciendo maridajes imposibles, jugando con las sombras, que no son los las esperadas.



El artista maneja elementos de la naturaleza de la misma manera en que lo hace con los objetos, buscando asociaciones, metamorfosis, combinaciones y encuentros casuales.














Empieza a crear a partir de las notas y trazos que apunta en uno de sus cuadernos. 
Esos dibujos le dan una idea imaginaria de cómo será la apariencia final y le permiten comprobar si funcionarían. 
En su estudio de Galapagar tiene un mundo lleno de objetos que ha ido almacenados durante  años.






Nosotros también jugamos con las sombras y los reflejos, que en determinadas zonas de la exposición eran inevitables.




 Así lo explica él mismo:
«Los objetos me rodean en mi estudio, los voy almacenando. Muchas veces conservados tal y como han sido fotografiados y otras como material de trabajo reciclable. Es impresionante la carga que tienen los objetos, cómo son algo a lo que nosotros dotamos de esa capacidad evocadora. Los relacionamos con momentos de nuestra vida, con personas, con ideas. Para mí ese fue el descubrimiento a la hora de empezar a trabajar con ellos. Recuerdo que una vez encontré una insignia que había llevado en el colegio, me impresionó cómo me trasladó hasta los compañeros, hasta el pupitre…»

En esos objetos que todos vemos diariamente, él nos muestra algo especial, le da a cada uno una mirada poética. Encuentra lo extraordinario en lo cotidiano.
No es lo mismo una foto cualquiera de un reloj, o de una jaula de pájaros, que lo mismo hecho por Madoz, él les otorga una nueva expresión, un "uso" diferente para el que fueron fabricados.

Finalizada la visita a la exposición, pasamos un rato en la tienda que hay en en el mismo Pabellón Villanueva, y aunque no compramos nada, nos habría gustado llevarnos un montón de cosas: libros, postales, jabones, broches, jarritas, imanes...  


Después disfrutamos de la estupenda temperatura y al sol paseamos por el Jardín, un placer ver los parterres de la flores.Los narcisos y unos iris pequeñísimos nos llamaron mucho la atención por su delicada belleza y la viveza de sus colores.







También subimos a ver los bonsáis y encontramos la mayoría de los árboles brotados por efecto de esta precoz primavera que en el Jardín Botánico se respiraba a cada  paso. 


Nos admiró el tamaño también en miniatura de las plantas que adornan la base de algunos de estos bonsáis.
Muchos arces, alguno de hoja roja.




Algunos ejemplares estaban ya cubiertos de flores, como este preciosos pruno.
En la sala del Invernadero de los Bonsáis también vimos la exposición de Begoña Ramos "El bosque, un lugar", y disfrutamos de algunos de sus cuadros que ya los conocíamos.



Obras de grandes dimensiones, nos invitan a internarnos, a perdernos en su parajes.



Una exposición tan inolvidable como cualquier buen viaje.














No podíamos dejar de dar un rápido vistazo a los invernaderos. Orquídeas, plataneras, plantas tropicales, cactus, suculentas, carnívoras. En esta ocasión el calor era aún más intenso dentro, debido a que el sol daba de lleno en las estructuras y cristaleras.



 Y desde ahí fuimos a ver los preciosos camelios, en plena floración.
Este nos sorprendió porque no tenía ni una sola hoja, vestido completamente de flores. Una delicia para la vista y el tacto, por sus capullos aterciopelados.

 Camelias blancas, rosas, rojas, fucsia, nos paramos a recrearnos en su contemplación, sin poder dejar de mirarlas, tan hermosas como delicadas.

Y con la mirada saturada por tanta belleza como disfrutamos, dimos por finalizada la visita al Jardín Botánico; como siempre que vamos allí, salimos demasiado tarde y  peregrinamos por varios locales de la zona, sin encontrar ninguno de nuestro agrado.
Lo encontramos en la plaza de la Independencia y tomamos un reconfortante aperitivo, que después del largo paseo y la hora que se nos había echado encima, ya íbamos necesitando. El local que ya conocíamos de anteriores ocasiones es agradable y acogedor, con un servicio exquisito para tomar unas cañas de cerveza bien frías y una tapa ligera, que nos dieron ánimo para seguir camino, después de la interesante mañana.
Tomamos el bus para ir a comer. La Taberna el Torito, en la calle Cartagena, fue el lugar elegido, y no nos defraudó. 
Y antes de ir a tomar café, nos detuvimos en el parque de San Cayetano, frente al Mercado de la Guindalera para disfrutar de la belleza, la sombra y el delicado aroma de las mimosas. 


 
El café en la cafetería Albahaca, muy tranquilos, dispuestos ya para acudir a la cita semanal en nuestro lugar de reunión, donde nos reuniríamos con los que no habían podido acompañarnos desde por la mañana.

Teníamos algunas temas importantes que tratar, como ultimar la edición de nuestro nuevo libro, que ya está en imprenta, y pronto verá la luz. Os podemos adelantar que será presentado en el mes de abril, aunque pronto podremos contaros más cosas sobre él. Estamos muy ilusionados y deseando tenerlo en nuestras manos.

Y hasta aquí nos dio la salida de este febrerillo loco, que nos ha cubierto de flores y temperaturas elevadas para la fecha, aunque ya se sabe que este mes nunca es igual, siempre es tiempo de mimosas. Un día estupendo en el que hemos disfrutado de la primavera inesperada que nos ha sorprendido en  los brote y en cada flor, de la esperada exposición de fotografía y de risas y alegría en buena compañía. 


1 comentarios:

Unknown dijo...

Estupendo reportaje. He pasado envidia.