TAF SE MUEVE: JARDÍN BOTÁNICO


En una hermosa mañana, casi veraniega, nos dimos cita para llevar a cabo nuestra acostumbrada salida mensual, aunque en esta ocasión hemos cambiado la bellas artes por la no menos belleza natural que nos ofrece el Jardín Botánico.


Con más de 5.000 especies de plantas distribuidas a lo largo de cuatro niveles de terrazas, el Real Jardín Botánico de Madrid es un agradable pulmón verde localizado junto al Museo del Prado.



Felipe II , junto al Palacio Real de Aranjuez, creó el jardín botánico a instancias del médico Andrés Laguna. 

 Más tarde Fernando VI, en 1755,  instaló en la capital el jardín botánico, situándolo en la Huerta de Migas Calientes (actualmente Puerta de Hierro a orillas del rio Manzanares) , creando así el Real Jardín Botánico. 

Contaba con más de 2000 plantas, recogidas por José Quer, científico y cirujano, en sus numerosos viajes por la península ibérica y Europa, sobre todo por Italia donde fue destinado, u obtenidas por intercambio con otros botánicos europeos.


La continua ampliación del jardín llevó a  Carlos III diera instrucciones en 1774 para trasladarlo a su actual emplazamiento en el Paseo del Prado de Madrid, dentro del programa de ordenación del Salón del Prado y de Atocha.


El Conde Floridablanca,  primer ministro de Carlos III puso especial interés en el traslado del Jardín al prado viejo de Atocha. No solo porque permitiría embellecer el proyecto del Salón del Prado sino, sobre todo, porque serviría como un símbolo del mecenazgo de la Corona con las ciencias y las artes.


Las expediciones científicas a lo largo de Europa acumularon numerosas especies vegetales diferentes, algo que, unido a los intercambios de plantas que se realizaban con otros jardines botánicos, lo convirtió en uno de los jardines botánicos más importantes de Europa a comienzos del siglo XIX.


En un inicio el Real Jardín Botánico tenía la función principal de su uso en la medicina, incluso se permitía a la gente utilizar sus plantas, aunque durante los meses de primavera y verano se convertía en un lugar fresco y agradable frecuentado por la alta sociedad, que buscaba evadirse durante los días más calurosos.


El jardín cuenta con cuatro terrazas escalonadas a lo largo de las cuales se distribuyen las diferentes especies. En la zona superior, ubicada tras el pabellón Villanueva, en el que se realizan exposiciones temporales, se encuentran algunas colecciones especiales como los bonsáis donados por Felipe González.


La segunda terraza, de estilo romántico, cuenta con un estanque y dos invernaderos, mientras que en la siguiente terraza se encuentra una colección vegetal que muestra un recorrido desde las plantas más primitivas hasta las más evolucionadas.

En el nivel más bajo y más amplio del jardín se encuentran las plantas más vistosas y ornamentales: peonías, rosales, rododendros... que se muestran en su máximo esplendor este mes.


También es esa terraza se encuentran frutales y las plantas medicinales, aromáticas. Las medicinales que estaban en un principio a disposición de médicos, boticarios y gente en general que podían recogerlas para su uso particular.


El jardín cuenta con un itinerario, de árboles singulares, un recorrido por 15 ejemplares que se distinguen del resto por su longevidad, porte monumental o por tratarse de ejemplares históricos asociados a la tradición del Jardín.



Declarado Jardín Artístico en 1942, el Real Jardín Botánico cuenta entre sus colecciones con un herbario con más de un millón de pliegos, la biblioteca y el archivo, con cerca de 10.000 dibujos, así como la muestra de más de 5500 especies de plantas vivas.


No podíamos marcharnos sin dar una vuelta por el invernadero.

Tampoco sin volver a disfrutar de las preciosas peonías.


Y con eso dimos por finalizada la visita del Botánico que solemos realizar un par de veces año, pues cada temporada tiene su encanto y no nos gusta perdernos la floración de bulbos, azaleas, rosales, iris o celindas. Fueron un par de horas de paseo en la que no dejamos de sorprendernos por la belleza y colorido de las flores y los árboles. 
Sin prisa nos llegamos hasta Atocha para comer en Sanabria, un restaurante ya conocido, aunque esta vez salimos menos contentos.


El café lo tomamos en un local cercano, La Reina, bastante ruidoso, aunque poco pudimos elegir pues esa zona con el buen tiempo tenía las terrazas llenas y cada vez más limitaciones por parte de los locales (fuera no se sirve café, no se pueden juntar dos mesas...)

Aún así, logramos hacer la tertulia con las lecturas correspondientes, planificamos las próximas reuniones, trabajos y salidas y celebramos el nacimiento de Julia.

También  procedimos al sorteo del ejemplar que anualmente, y con motivo del día del libro, compramos. En esta ocasión recayó en nuestra compañera Pilar.


Y sin más, despedimos este día tan bucólico y agradable, en el que tanto disfrutamos en contacto con la naturaleza, deleitándonos con su inspiradora belleza.

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