ALEJANDRO DE DIEGO

JULIÁN El Carnero, de Alejandro de Diego, es el nº 4 de los Cuadernos Literarios Tirarse al Folio, publicados por Ediciones Cardeñoso (Vigo) febrero 2009




Alejandro de Diego Martín, Boceguillas (Segovia), 1953, residente en Madrid. Monaguillo, Seminarista, Licenciado en Derecho, Técnico de Organización de Empresas, Escritor.





Alejandro de Diego
Á N G E L A ( Del libro colectivo Encuentros en la Parisiena)
- ¡Qué sofoco, Dios mío! Me sobra toda la ropa...
- ¡Estamos en octubre y me abraso…!
- ¡Algo incontrolado recorre mi ser!

Eran las cuatro de la tarde y notó que le temblaba todo su cuerpo. Un cosquilleo sereno se había apoderado de ella. Estaba alegre y no sabía porqué, los muros parecían no existir y la naturaleza, una vez más, obrando maravillas, ponía en funcionamiento las glándulas sensitivas, provocando un estado de ánimo en donde, la necesidad de relación, se hace más apetecible.
Sin tener claro el motivo que la había conducido a ese estado, se dejaba llevar por los presentimientos, notaba lo agradable de la carencia, lo bonito de la espera sin respuesta, como un indigente, muriéndose de hambre en un rincón y sin ganas de pedir un cacho de pan.

En la huerta ya quedaba poco por hacer, de vez en cuando levantaba la cabeza buscando algo o alguien, se imaginaba a su amado en las proximidades, un olor marrón con mezcla de rojo le hacía percibir su presencia, algo le lleva sentir la necesidad de construirse un ambiente varonil. Las percepciones van y vienen por el camino, alocadas y sin control, pero de lo que no cabe ninguna duda es del trabajo asignado y ahora toca recoger las últimas puestas de las gallinas; al cerrar la puerta ve como el gallo monta a una gallina y de nuevo le vuelven los calores; no cabe ninguna duda, hoy tiene un día tonto, de esos que no se sabe qué es lo que se quiere.

Se aproxima la hora de la cena, pronto serán las siete de la tarde. En invierno, a esas horas, no se ve ni al gato. Ángela sabe que tiene que ir a la cocina a preparar la cena y después a fregar. Durante la cena, en silencio, sus pensamientos no se detienen, come mecánicamente, las judías verdes podían haber sido habas o acelgas, ¡qué más da!, lo importante del momento no es lo que se come sino lo que se piensa. Se imagina mil detalles diferentes, mil caricias, mil entregas…, una, dos, tres y así hasta mil veces comulgando voluntades, generando la armonía del amor, siendo fuego y sofocando brasas y así, eternamente, sin barreras ni fronteras, saltando mares, volando hacia el infinito.

Está fregando y esa noche parece que hay menos cacharros que otras, al colocar los platos uno resbala, cae y se rompe. ¡Qué desgracia!, pero le da igual, como si se hubieran caído todos, al recoger los pedazos se da cuenta de que es imposible reconstruirlo, sonríe, las dos líneas circulares de color azul es imposible seguirlas, ya casi perdidas por el uso, ahora, al añadir las fisuras, convierten el plato en un puzzle incapaz de armarse.

- A éste le ha llegado el fin…
- Pobrecito, quizás le hubiera gustado dar de comer a un obispo…
- Vaya vida la de un plato…
- Te manchan, te limpian, te escurren…, bueno como a todos…

Tiene unas ganas locas de ir a la cama, allí sabe que le espera su amado, antes…, eso sí… y sin paliativos, hay que pronunciar las últimas oraciones… porque durante el día, todos, sin darnos a penas cuenta, estamos ofendiendo nuestras creencias y para alcanzar la paz del descanso, en su plenitud más sosegada, conviene limpiar la conciencia con una pequeña reflexión oratoria. Ángela lo ha hecho toda su vida, hoy también lo hará, aunque en su versión reducida, las prisas le hacen comerse algunas palabras porque lo importante es acabar cuanto antes.

Al desnudarse se da cuenta de que tiene electricidad en el vello, se toca el cuerpo y siente placer, una sensación agradable le produce el roce del camisón sobre sus pechos tersos, se cepilla el pelo y percibe una brisa fresca que la envuelve en imágenes pastoriles, prados verdes, riachuelos de aguas cristalinas, valles y montañas, pájaros, mariposas y nubes, enormes algodones azules que vuelan sobre su cabeza y ellos…, los dos…, abrazados…, durmiendo la siesta mientras caballos, ovejas y vacas pacen glotonamente.

Está ansiosa por introducirse en la cama…, gozar de la intimidad que da la oscuridad de la noche…, acurrucarse debajo de las sábanas…, dejar que el libre albedrío la lleve al deseo…, se acomoda…, se tapa…, se retuerce…, se estira…, se siente…, se abandona…

Un profundo sueño provocado hace acto de presencia, se sumerge en él inmediatamente y comienza el viaje del placer; abrasa el frío de la cama, acomoda su postura al juego del amor. Esta vez los preámbulos se le antojan más largos e inconscientes, quiere dejarse llevar, no tiene prisa, una bruma sensual se apodera de su visión…sabe que hoy no corresponde pero no la importa, es feliz, busca a su amado, sabe dónde encontrarle, quiere entregarse, se siente profundamente hermosa, atractiva, deseable, dispuesta, caprichosa, desprendida, quiere darlo todo, abre la puerta y…

- ¡Pero qué es esto, maldito demonio!...
- ¡Qué hace esta novata en mi cama!...
- ¡Acaso no te basta con mi amor!...
- ¡Qué Lucifer te arrastre eternamente!

Aún no ha amanecido; son las cinco de la mañana, el sol no se atreve a salir, su esposo amado la solicita una vez más, ella le rehúsa obedeciendo más a los celos que al deseo, se desencadena una lucha entre fuerzas contradictorias, el deseo y el amor, por un lado, el odio y el pecado, por otro; Ángela está al borde de la desesperación, no puede soportar tanta presión, no entiende que su cuerpo sea campo de batalla, Belcebú la ha elegido para satisfacer su maldad y ella no sabe como derrotarle, es más, siente verdaderas ansias por conocer nuevos caminos de placer; su amado, podrido y asqueroso, es hábil alanceador en busca de sensaciones de amor, el gozo, dulce y agrio a la vez, no la deja despertar.

La lluvia ha hecho acto de presencia en el monasterio de San Saturio de los Montes. La celda que ocupa sor Ángela tiene una pequeña gotera por donde resbala la poca agua que consigue traspasar la primera frontera de tejas y la segunda de adobe. Una viga corredera permite, humilde y paciente, que la humedad le inflame y deja caer, de tarde en tarde, alguna gota de agua que le sobra. El destino hace las veces de teatro, confundiendo las gotas de lluvia con las gotas de llanto, las sábanas, atolondradas de tanto ir y venir no saben que destino tomar, tanta precipitación les ha hecho cambiar su uso para convertirse en toallas.

Hay que ser diligentes al levantarse, realizar un aseo pulcro aunque sencillo, colocarse la enagua de cintura, el habito, el escapulario, la cofia y el rostrillo. Son las seis y media, el ruido de las puertas al abrirse y al cerrarse ha comenzado su sinfonía, no quiere ser la última en entrar en la capilla, se ata las sandalias con rapidez y sale un poco atorada, nerviosa, mirando si la miran.

En misa, Don Manuel Alcantarilla Cueces daba hostias como todos los días, pero hoy en la fila para recogerlas no está sor Ángela, desairada con su amado, no siente su corazón limpio, espera al momento de la confesión, vendrá después de la misa, ahí le entregará su sueño y él, comprimido por la mazmorra de madera calada, no podrá explotar su deseo, sofocarán su ansia ayudándose mutuamente, pedirá perdón para los dos. Hecha la penitencia que le imponga su deseado, su cuerpo volverá a florecer solicitado por los rayos del instinto, la primavera volverá a su cuerpo para mostrarse tal cual es, sin ataduras, libre de los pecados de la religión. La sacristía, una vez más, será el Infierno abrasador que sus cuerpos queme, donde comulguen el uno con el otro, pronto se citarán, la primera semana de noviembre, cuando le toque cambiar el manto a la Virgen, hasta entonces, los sueños aliviaran el enclaustrado camino.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho tu intervención en la presentación. Los asistentes estábamos encantados de oirte.

Anónimo dijo...

Alejandro, quçe bien estuviste en la presentaciçon. Como en casa, vamos

Anónimo dijo...

Tu lectura, e interpretación el día de la presentación de vuestro libro me pareció estupenda. Me hiciste reir y pasar un buen rato. Gracias

Anónimo dijo...

Subrealista y divertido tu cuadernillo, tanto como la portada. Felicidades.

Anónimo dijo...

¿Qué decías de prosa poética, que no tuviste maestro? Lee tus relatos despacio, Tonalidades es pura poesía. Me ha encantado tu cuadernillo, refranes y hormigas con pantalones de pana incluídos y te aseguro que no lo leeré sólo una vez, porque he disfrutado con todos los relatos.Enhorabuena.

Anónimo dijo...

He leido "Julian el carnero". La pintura de la portada tan colorista resulta impactante; esa mirada enigmatica del carnero me inquita a la vez que me gusta.
Sorprende que dejes a un lado el pueblo para pasearte comodamente por paisaje imaginarios y fantásticos. Son un despliegue de imaginación, que si bien no me han dejado atónica, como anuncia la contraportada, si bastante impresionada con estas fábulas en las que mezclas las vivencias de los animales con los refranes de la abuela. Es divertido aunque como tú dices tantas veces "no tiene verosimilitud" (es broma) Te felicito.

Anónimo dijo...

Quiero felicitarte por tu Cuaderno Literario Julián el Carnero, en el que con mucho humor hablas sobre la diferencia, con un punto de vista optimista de la vida. De la vida por pequeña que sea, como en el caso de la pulga Juliana y sus tres hijas. Son relatos que te hacen sonreir, pero entre líneas hay algo más. Y no te preocupes, cuando te pregunten ¿ Y tu que has hecho ? Tienes buenas respuestas que dar. Cosa que seguramente Telefónica no podrá hacer, y nunca se perdonará haberte dejado marchar.
¡Enhorabuena! Señor de "sonrisa horizontal"

Anónimo dijo...

Anónimo dice que Alejandro es un escritor muy capaz y divertido. Sus cuentitos son muy ingeniosos. Adelante.

begoña antonio dijo...

Hola Alejandro, yo creo que eres el Mesoneros Romano de tu Pueblo y supongo que ya están pensando en poner tu nombre a una plaza o a una fuente. Un abrazote. Begoña.

Anónimo dijo...

No puedo dormir sin leer alguno de tus cuentos. Lástima que no los hayas escrito antes, para leerlos a mis hijos, que creo que también son los tuyos.