JOSÉ SARAMAGO




Conmovedor, brillante y digno es el legado que deja al mundo el Nobel portugués José de Souda, Saramago; se ha ido acompañado hasta el último suspiro por su mujer, Pilar del Río, a quien profesaba tal devoción que llegó a parar todos sus relojes a la misma hora en que la conoció, hace ya 25 años.



Se dedicó a la literatura porque no le gustaba el mundo donde le tocó vivir y dotó a los personajes de sus novelas de dignidad y de historias conmovedoras que perseguían la reflexión. Saramago, uno de los mejores escritores del siglo, fue siempre un intelectual en defensa de lo que creyó más justo, creencia que le llevó a criticar y enfrentarse sin miedo a los responsables de países y estamentos, quizá por eso explicaba: “Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar”.



Consciente de su avanzada edad, declaro: quiero aprovechar el tiempo al máximo para decir lo que tengo que decir “cuanto antes”.



El mundo, que tan bien retrató en sus novelas, ha perdido a un gran narrador. Pero como él mismo dijo en una ocasión: "No cambiaremos el mundo si antes no cambiamos nosotros de vida". Su desaparición vuelve a nuestra cultura más pobre, aunque nos queda su excepcional obra.


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