Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
Juan Ramón Jiménez
Desde TAF, felices días de otoño
2 comentarios:
Precioso verso y preciosa imagen
Inigualable. Las dos últimas estrofas tienen una fuerza increíble y el hermanamiento con el paisaje es vital. Maravilloso. Gracias por traer a la red poemas tan universales y a veces tan desconocidos u olvidados. Saludos.
Publicar un comentario