DESDE TAF: IÑAKI FERRERAS

                     



  El GATO ESTA TRISTE… AUNQUE YA NO TANTO

Hay un gatito mirando la vida pasar, desde la repisa de la ventana. La vida de la gran ciudad, una ciudad que él no comprende porque proviene de un pueblo chiquito de un valle tranquilo, que sus dueños dejaron hace poco para poder trabajar.
Por eso, el gato gris a rayas está un tanto descolocado porque no conoce a nadie a quien darle los buenos días con un maullido. Y por eso, su  vida no es plena: no sale del apartamento, tan solo a la repisa, donde pasa buena parte del día.
Pasan los días y el gatito no levanta cabeza: los viandantes suelen hacerle fotos como quien retrata una estatua: inmóvil, cabizbajo, con los ojos húmedos de llorar a veces. Pero como es bonito, gusta a todo el mundo. Pero eso no le consuela. Se siente muy solo porque sus dueños tan solamente vuelven a casa por la noche: trabajan fuera durante el día.
A veces, piensa saltar a la calle y escaparse pero siente pena por sus amos porque son buenas personas y él sabe que los pocos ratos que pasan en su compañía, le necesitan: le acarician, juegan con él e incluso, hablan de tener un niño pero ella no puede engendrar y por eso, está frustrada. Por ello, adoptó al gatito, en sustitución de un niño.
Llegó el invierno, el frío, la lluvia y la nieve. Pero a pesar de estas inclemencias, el gato prefiere seguir pasando las horas en la ventana. Ese día, presa de una profunda depresión que se fue acrecentando con el tiempo, el gatito decidió saltar en el momento en que pasó un coche para acabar con su vida, con tanto sufrimiento de soledad.  Pero en ese mismo instante en que su corazón tomo  tan trágica decisión, cruza la calle una gatita blanca y le mira con ojos compasivos. Su corazón le dio un vuelco y su alma le dijo que por esa mirada merecía la pena salvar su vida. El coche siguió su camino y el gatito aulló más fuerte que en toda su vida. Los viandantes se pararon a mirarle como nunca lo habían hecho y la gatita maulló también respondiéndole.
A partir de entonces, la vida del gato cambió:  desapareció su tristeza porque, por fin, el amor le había tocado profundamente. Descubrió una ventana trasera de la casa por la que bajar las escaleras para salir a la calle y, así, reunirse con su novia. De modo que, mientras que sus dueños se ganaban el jornal, ellos paseaban su amor por el barrio y la gatita le presentó a muchos otros mininos amigos suyos para que nunca, nunca más se sintiese solo.

                                                           FIN



0 comentarios: