CUADERNO LITERARIO Nº. 14. "CARNAVAL"


CARNAVAL

Apenas tuve tiempo de manipular el cargador, un pequeño ajuste necesario en su disfraz. Él se desperezaba ya de la última borrachera, peleando con las sábanas revueltas. En la alcoba el aire sabía a rancio, a perfume ajeno, se te enroscaba en la garganta y te hacía carraspear. Me levanté y salí al balconcillo. El suelo se veía húmedo de lluvia, brillante, el cielo estaba gris. Otro Carnaval mojado, con los Pierrots y las Marylines cobijados bajo paraguas, con las conejitas bajando la calle a la carrera, tropezando en sus zapatos altos. Un Charlot tripudo se paró en medio, protegido por el bombín hizo unos molinetes con el bastón, subió y bajó unos metros andando con pies de pato y finalmente desapareció en el bullicio del “Ninguna parte”.
Horas más tarde nosotros también fuimos allí. Miguel se había vestido de broker años 20, traje cruzado mil rayas y un sombrero Fedora ladeado , estaba bello como nunca debería estarlo un hombre. En el lado izquierdo le abultaba la pistola. Yo llevaba un vestido ajustado, rabioso, guantes hasta el codo, medias de red y los tacones de aguja que él adoraba en su espalda. Enganchados del brazo nos hundimos en el humo del bar, en aquel aire espeso bailamos, como todos, sambas interminables. Bebimos, nos abrazamos, nos besamos, chocamos con otros. Bebimos, tarareamos a viva voz los estribillos sambreros, nos palmeamos los hombros, bebimos. Como todos.
O Brasil e Samba
O Brasil e Carnaval
Samba, café Carnaval”
Amanecía ya cuando Miguel reclamó la atención de las últimas máscaras, se desprendió de la cabaretera pelirroja que le había secuestrado el brazo y la boca casi toda la noche y con voz aguardentosa , anunció que su empresa había ido a la quiebra . Lentamente sacó la pistola, la acarició con gesto amargo y se puso el cañón en la frente. Todos le mirábamos expectantes, con sonrisas flojas de alcohol y de sueño. “ ¡Dispara de una vez y que siga la samba¡” gritó un gladiador musculoso que basculaba en la barra.
Aún oigo ese ruido sordo, el primero. Es tan corto que parece imposible que pueda ser tan irrevocable, tan eficaz. Como si de repente todos los músculos se le hubieran aflojado, Miguel cayó al suelo. Se quedó desparramado allí, quieto. Todos festejamos la broma; alguien, quizás el romano impaciente, volvió a poner la música, y en aquella locura de carnaval, con los trogloditas y las strippers saltando por encima del cuerpo de mi amante, a mí me pareció ver que se incorporaba despacio, que me buscaba, con recelo en los ojos, mientras sus brazos se alargaban intentando encontrar un asidero para apoyarse. Fui hacia él contoneando las caderas; con la canción en los labios, agarré la pistola y, colocándola en el mismo sitio que él minutos antes, disparé de nuevo. Por
si acaso.
O Brasil e Samba
O Brasil e Carnaval
Samba, café Carnaval” 

Cruz Cartas

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