Para esta última salida del año, en una mañana encapotada y alfombrada de hojas amarillas, elegimos el Museó Arqueológico Nacional. Los seguidores de este blog sabréis que no es la primera vez que TAF visita esta joya que tenemos en Madrid, y de la que como veis nos gusta disfrutar de vez en cuando.
En esta ocasión empezamos por la segunda planta, pues es la que menos conocemos; hay tanto por ver que en enteriores ocasiones, cuando llegábamos a esta zona se nos había pasado el tiempo y no podíamos detenernos tanto como nos habría gustado, así que como nos apetece ver las cosas pausadamente comenzamos por El Nilo: Egipto y Nubia; nos encantó sumergirnos de lleno en esta maravillosa civilización de la que tanto tenemos que aprender, pues es fácil darse cuenta de lo adelantados que eran.
Continuamos por los Mundos Medievales: reinos Cristianos.
Estatuas, coronas, joyas, puertas, mosaicos, amuletos, objetos personales, artesonado, etc.
Y es que hay tanto que ver, tanta información en este museo que como no queremos hacer demasiado extensa la entrada, para no aburriros, os recomendamos que lo visitéis para poder apreciarlo por vosotros mismos.
Destacar que existen estaciones táctiles a lo largo del museo, especialmente diseñadas para que personas con capacidades diferentes puedan también disfrutarlo.
Aunque esta vez habíamos quedado antes de la hora acostumbrada, al salir ya nos pedía el cuerpo el aperitivo; fuimos caminando bajo el otoño madrileño hasta Platea, lo que antiguamente era el cine Carlos III, un lugar agradable y diferente, donde dimos una vuelta para valorar la oferta gastronómica que sirven los numerosos establecimiento que allí se concentran. Elegimos la zona que más nos apetecía y pudimos sentarnos un ratito, charlar y degustar algunas de las muchas variedades de vermut y vinos que ofrecen, y también unas originales tapas con encurtidos como base para acompañarlos.
Otro paseito más por Recoletos, observando las nubes que apremiaban corriendo más que nosotros, y una enorme bandada de pájaros que volaban muy alto, mientras escuchábamos nuestros pasos sobre la alfombra de hojas y el trinó tímido de los pajaritos que temían ver caer la tarde. Así hicimos tiempo hasta la hora de la tertulia entrando en el precioso Café Espejo, para calentarnos con infusiones, café o chocolates, pues no eramos muchos pero sí con variadas apetencias.
Tan a gusto estábamos charlando allí, viendo el otoño desde los cristales, que cuando salimos ya no pudimos entrar en la Biblioteca Nacional, donde había dos exposiciones que también queríamos ver. Otra vez será, que los compañeros nos esperaban en Vía 22 y no queríamos llegar tarde a la cita semanal.
Y esto fue todo lo que dio de sí la última salida del año, que como siempre nos dejó un buen sabor de boca y el regusto placentero de las horas compartidas en buena compañía.
0 comentarios:
Publicar un comentario