Pilar Martín Muñoz
Olmedo,
10 de junio de 1958
Querido
hermano:
Hace tanto que no nos vemos que
he decidido escribirte unas letras. Triste fue tu marcha desde la
muerte de Esperanza, mi querida cuñada. ¡Cuánto la echo de menos!
Nuestras charlas en el patio, nuestros intercambios de recetas,
nuestras horas cocinando. ¡Anda que no nos lo pasábamos bien
bailando la jota en las fiestas! Su apoyo, cuando Jacinto murió, fue
fundamental para no hundirme en un pozo sin fondo. Y tú tan lejos
sin poder demostrarte mi cariño y apoyo en estos momentos tan
difíciles para ti.
Nunca entenderé porqué
solicitaste el traslado a la capital. Aquí estamos toda la familia
para apoyarte y echarte una mano. Cierto es que los recuerdos y la
añoranza inundan nuestras mentes y cada día es más difícil
relegarlos a un segundo plano.
Eusebio pregunta todos los días
por ti, me es difícil responderle; ni una llamada, ni unas letras,
ni una visita. ¿Cómo puedes no dar señales de vida? Gracias a
Margarita, la secretaria de tu jefe, me mantengo informada de cómo
te encuentras. Me ocasiona un gran dolor no poder hablar contigo, no
escucharte, no verte, no sentirte cerca. Siempre hemos estado muy
unidos, pero ahora me aflige profundamente tu lejanía. Cierto es que
el tiempo lo cura todo, confió, que cuando recibas estas letras
retomemos la comunicación, no por estar más lejos los fantasmas
desaparecen de nuestras vidas, viajan a nuestro lado. No podemos
borrar los años de felicidad, ni los de sufrimiento por la
enfermedad aunque cambiemos de lugar, ellos vivirán siempre en
nosotros.
Los niños me dicen que cuando
vas a venir y que por qué te has ido. Te echan en falta y cada día
es más difícil darles una explicación. Eran tan pequeños cuando
murió su padre, que su única referencia masculina eras tú, de
alguna manera tú los prohijaste y también te vas. Están muy
mayores, cuando los veas no los conoces, Jacinto ya tiene diez años,
y Juana, ocho.
Cierto es que no hemos tenido
suerte, Tanto tu como yo, nos hemos quedado viudos muy pronto, sin
más compañía que nuestros recuerdos, en mi caso con los dos soles
que son la alegría de mi casa, por ellos lucho todos los días,
tengo fuerzas para levantarme, sonrío sin ganas, y desde lo más
profundo de mi ser peleo para no caer en depresión y arrastrarlos a
ellos. Por eso no puedo evitar pensar en ti, en cómo estas, qué
sientes, cómo sobrevives.
No quiero aburrirte más, solo
espero que cuando leas esta carta pienses en mí, en tu familia, en
las personas que te quieren, en tu pueblo, y volvamos a hablarnos, a
vernos, abrazarnos y a sentirnos. Te echamos de menos.
Tu hermana que te quiere
Antonia
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