Iñaki Ferreras
Querida amiga:
¡Ay, ay, que me da un patatús!
Amiga, ¡que no aguanto más! Todo el día trabajando con la abuela,
pagando mis deudas, nutriendo a mi familia y, cuidando a mi yerno,
que es un cojudo. Y todo, ¿para qué? Para que acabe en la cama de
un hospital de provincias con un boquete en la cabeza.
¡Ay, Dios mío! ¡Ten piedad de
mi alma! Me va a dar un ataque de artrosis o de miocardio o de algo
muy fuerte…
¡Qué vida, qué pena de chico!
Con 27 años y ya ves lo que le ha pasado.
Si ya venía andando mal, desde
hace tiempo; si se le veía venir…
Cuando le trajimos a España y se
separó de mi hija, ya llegó medio deprimido.
Y qué vida la mía, tener que
salir del país donde uno nace para llegar a una tierra extraña y
maltratadora. Todavía, racista aunque todos hablemos el mismo
idioma; ganando unos pocos soles ¡y teniendo que aguantar la mierda
de las viejas!
¡No se te ocurra nunca trabajar
en casas con abuela! Bueno, si está bien de la cabeza, pasa; pero si
está medio loca, como la mía, ni se te ocurra, mamita. ¡Yo he
acabado peor que ella! Todo el día, las dos solas. Sus hijos no
quieren saber nada de ella porque, de joven, debió de ser una mala
madre. Y ahora, lo está pagando. En el fondo, me da lástima…Solo
vive con ella uno, soltero y en paro.
¡Ay, mamita, que se me derraman
los sesos!
Pobre muchacho mi yerno. Bebía y
tenía unos amigos malos, que se aprovechaban de él.
¿Recuerdas cuando tuve que
sacarle de la cárcel, con el dinero que me prestó mi jefe? ¡Ay,
mamita, qué años me ha dado!
Y la Chavela le acogió en su
casa como si fuese su hijo y él se acurrucaba en su pecho mentando a
su mamá.
Mira, amiga, pero mis hermanas ya
me han dicho que no llore más, que sea fuerte, que me dedique a mi
trabajo y a pagar mis deudas. Menos mal que mi jefe me ayuda lo que
puede. El pobre también anda deprimido, con su madre inválida y los
sinsabores de esa situación. Le voy a ayudar a encontrar lo que sea,
te lo digo, mamita. Que si a él le va bien, a mí también.
Mi padre está operado de cáncer,
varias veces, mamita. Y también tengo que ayudar a mis hermanos,
enviándoles plata.
¡Ay, qué nervios! ¡Qué pena
del Carlos. Ese yernito mío! ¿Por qué se lo llevaría Dios tan
pronto! ¿Pero existe Dios? Yo me persigno mirando a la estampita que
tiene mi jefe en la puerta de la calle y le rezo rápido, que siempre
ando corriendo. Creo que me ayuda.
También voy a poner ajín en la
puerta para ahuyentar los males.
Estamos todos con el mal de ojo y
voy a llamar a la Huevera para que venga a la casa a limpiarla de esa
mierda de mal espíritu.
¡Ay, y cuando a la abuela hay
que llevarla al hospital, su hijo se pone como loco, con todo lo que
ha sufrido, no quiere saber nada de los hospitales. Creo que hasta
aplaza o anula algunas citas médicas por no tener que ir.
¿Y crees que mi jefe quiere que
se muera su madre..?
Pero, en el fondo, no aguanto
más. ¿Y si me quedo allá, en nuestra tierra, ya para siempre...?
Ahora, está mejor que acá…
Ya sé: podría
ahogar a la abuela con una almohada y robarle a mi jefe, sin que él
se entere. Ya me sé el nº de la combinación de la caja fuerte. Se
lo pillé un día... ¡Ay, no sé, mamita! Me explota la cabeza... Ya
no tomo la medicación del psiquiatra. Me sienta muy mal. Pero cada
vez estoy peor ¿Tú qué piensas que debería hacer con la abuela..?
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