CUADERNO LITERARIO Nº 14. "MELODÍA DE SEDUCCIÓN"


MELODÍA DE SEDUCCIÓN

Me invitó mi prima Celia a escuchar un concierto que ofrecía su amigo Pablo.
La sala estaba al completo. El concertista, de mediana edad y bien parecido, hizo su entrada. Mientras comentaba las piezas a ejecutar se frotaba suavemente la punta de los dedos con el pulgar; aquel gesto me hipnotizó, no podía sustraer la mirada de sus manos finas que intuí sedosas, y envidié a la guitarra que en ese instante acariciaba como se acaricia a un amante, reconociéndolo, estimulándolo para que aflore su esencia. Repitió el gesto con el mástil, y concluyó dándole un sutil giro a las clavijas, que respondieron con un quejido leve. Cuando pulsó las primeras notas me miró fijamente, embargándome una insólita sensación de hallarme a solas con él, que la melodía me hablaba relatando instantes idílicos, y sentí que el tiempo no existía nada más que en el virtuosismo de sus manos prodigiosas. Tañía las cuerdas ora con firmeza, ora con una cadencia tan delicada que invitaba a soñar, a intercambiar confidencias cual dos enamorados tras un encuentro galante.
Yo escuchaba embelesada, empapándome de sus gestos; imaginaba sus dedos pulsando los registros más íntimos de mi cuerpo, clamando por el roce mágico que templarían la desazón, la tórrida sensación que se me iba instalando en las entrañas.
Él, desgranaba la partitura dándole los tempos precisos, acentuando arpegios, dilatando notas que quedaban suspendidas en el aire y caían como hojas de otoño mecidas por el viento. Yo aguardaba impaciente el siguiente compás, cruzando y descruzando las piernas, erotizada como jamás lo estuve.
Con el Capricho árabe se superó Pablo. La melodía codiciaba un amor imposible, lloraba ausencias, gritaba deseos, nostalgia y desesperación. Los sonidos hablaban de pena, de desesperanza, pero destilaban amor, delirio; la sensualidad flotaba en el ambiente y me envolvió ganándome la voluntad, ya rendida sin indulgencia en brazos de un arrebato pasional. Durante la ejecución Pablo parecía sumergirse en similar exaltación, con los ojos cerrados por momentos, soñadores al abrirlos y mirarme con intención, el rostro irradiando los sentimientos que le comunicaba la sugerente música. Los dedos apenas rozaban las cuerdas, deambulaba sobre ellas arrancándole suspiros con la caricia, conquistándola con paciencia infinita hasta hacerla suya.
Ya no sólo envidié a la guitarra, anhelé que el maestro aplicase en mí su arte, que se valiese de mi cuerpo para interpretar aquella melodía de seducción que me estimulaba hasta el paroxismo. Y deseé que el tiempo parase, que la noche se dilatara para saborear esa sensación tan excitante que me producía estremecimientos. Me rendí a la fascinación, entorné los ojos y dejé que una cálida sacudida me arrastrase llevándome a vibrar al unísono del bordón.
La magia se quebró al dar el artista la última nota, una sola como punto final, triste como un adiós definitivo que quedó atrapada en la atmósfera encandilada.  Hubo un instante de silencio, después culminó con una explosión de aplausos y bravos.
Al terminar el concierto Celia se empeñó en saludarle y presentármelo. Pablo reapareció y se acercó despacio; era más joven y atractivo de lo que supuse. Abrazó a mi prima y me tendió la mano; al estrechársela la aprecié tan suave como imaginé y sentí un hormigueo, y me aferré a ella deleitándome en el contacto, evocando los gestos que hiciera en el escenario.
─ ¿Me la devuelves?─ preguntó con la risa bailándole en los ojos ambarinos. Obedecí azorada- Es mi arma de trabajo, sin ella no soy nada.
Antes de despedirnos me pidió el teléfono y prometió llamarme.
La cita fue en su casa, un apartamento acogedor con partituras sobre la mesa, mobiliario y objetos proclamando el gusto exquisito de su propietario; en las paredes, placas conmemorativas relataban sus éxitos en distintos idiomas.
Me recibió sonriente y se condujo sin prisa, como si dispusiéramos de todas las horas. Un concierto no se puede improvisar, dijo, aplicándose en demorar la obertura. Mereció la pena, Pablo caldeó el ambiente con miradas intensas, palabras sugerentes y caricias prometedoras. La noche resultó perfecta. Fui el instrumento, él el maestro concienzudo que arrancó de mí notas sublimes que ni en sueños imaginé dar. Juntos interpretamos la melodía más antigua, preludio de una dilatada e inacabada sinfonía.

                                                     FIN

* Con este cuento cerramos la seríe de relatos que os hemos ofrecido durante la vacaciones de TAF. Ahora ya estamos de nuevo "funcionando", estrenamos curso  y  seguiremos con nuestros espacios habituales, aunque también introduciremos alguna que otra novedad. 

ENTREGA DE PREMIOS DE LOS CERTAMENES DE LA PLATAFORMA CULTURAL RAÍCES DE PAPEL

El pasado viernes, a las 6,30, en la sede de la Fundación Telefónica, se celebró la entrega de premios del VI Certamen de Poesía "POETA JUAN CALDERÓN" y del V Certamen de Microrrelatos de Cine ARVIKIS-DRAGONFLY 2014, con la asistencia de varios componentes de TAF.

Abrieron la tarde los convocantes de los certámenes, Javier Bueno y Juan Calderon, que agradecieron la asistencia y presentaron a Cristina Peñalba, directora del programa "Letra Pequeña" y que sería la encargada de conducir el acto.
Cristina comentó sobre la valiosa labor de aportación  y promoción de la cultura que hacen Javier y Juan desde la Plataforma Raices DE Papel. Seguidamente enumeró el orden del dÍa, y presentó al jurado del V Certamen de Microrrelatos de Cine, "Arvikis- Dragonfly" 2014
Se leyó el acta y saludaron a los finalistas y seleccionados presentes en la sala.


 A continuación la poetisa Milagros Salvador  entregó el diploma acreditativo a Pilar Ugarte, finalista.

  Graziela Ugarte, ganadora del tercer premio, por su relato " Su mejor Papel" recibió su diploma de manos de Javier Bueno. 



Severino Cardeñoso, editor y mecenas del Certamen, fue el encargado de hacer entrega del trofeo, diploma y ejemplares del libro "Revelarse" a la ganadora del primer premio Patricia Haro Guerrero, que tras agradecer el galardón procedió a leer el microrrelatos triunfador, "Revellarse". El segundo premio fue para Rubén Gonzalo Ledesma, con "Yonkis"

Seguidamente se presentaron  los componentes del jurado del Certamen de Poesía "Poeta Juan Calderón"  y se dio lectura al acta del mismo. 



Se alzó con el galardón,  Pedro Tenorio con el poemario "A este lado del Evila". El poeta explicó de dónde provenía el título y a continuación leyó el primero y el último poema del libro.

Finalizado  el acto, Juan Calderón y Javier Bueno  procedieron a otorgar el Premio "Raíz de Oro" que en esta edición recayó sobre Severino Cardeñoso, por " su labor de mecenazgo, su aportación a difundir y promover la cultura, su implicación generosa en los Certámenes y, especialmente, por la amistad que nos une." 

Para terminar se rindió homenaje a Juan Ramón Jiménez, conmemorando el centenario de la edición de "Platero y Yo", procediendo los miembros del jurado de poesía a dar lectura a algunos capítulos.

Comenzó Julia Gayo leyendo el primer capítulo, siguió Carmen Rubio, Milagros Salvador con el episodio "Libertad" "La Carretilla" corrió a cargo de Reyes Cáceres y cerró la lectura José Pejó con el capítulo 55.




Para finalizar el acto Juan Calderon y Javier Bueno agradecieron la asistencia y la labor de los jurados, a los que entregaron un obsequio por su trabajo, posando para la foto que cerró la entrega de premios de este año. 



Nos despedimos de Juan y Javier, 
hasta la próxima edición. 



CUADERNO LITERARIO Nº 14. "EL JUICIO".




EL JUICIO

—Sí, su señoría, ¡yo le maté!
Un murmullo recorrió la sala.
—Silencio —dijo el juez— orden en la sala.Se produjo un pesado silencio.—Prosiga usted.
—Como le estaba diciendo, yo le maté. Sí su señoría, y volvería a hacerlo.
—¡Cómo puede decir eso! —interrumpió el fiscal.
Otra vez los presentes se removieron en sus puestos y los ruidos fueron intensos.
Con unos golpes de martillo el juez volvió a crear la calma obligada.
El fiscal insistió en que debería ser más explícito y relatara con precisión los hechos.
—Días antes del suceso, estaba tranquilamente tomando el sol…
—Por favor concrete.
—Bueno, ese día escuché unos susurros extraños, no eran las melodías habituales que con tanta envidia escuchaba todos los días, estos eran sonidos muy desagradables y, por supuesto me alarmé.
—Por favor sea más conciso, le ruego.
—Tuve mucha paciencia, su señoría, porqué no fue sólo ese día, sino también el siguiente y el siguiente, hasta que al fin se lo pregunté “¿Porqué emites estos ruidos tan molestos?” Él muy triste contestó que lo había intentado todo para que su voz fuese la más brillante y hermosa que se pudiera escuchar pero,
no sabía lo que le había sucedido, no podía, y esto es la realidad su señoría, no podía emitir más que horribles vibraciones en lugar de bellas modulaciones vocales, entonces si no podía seguir cantando, preferiría morir. Yo, me apiadé de él y, ni corto ni perezoso quise darle una solución al problema.
—Claro, la paciencia tiene un límite —dijo el abogado defensor— prosiga usted.
—Esperé un día y otro y al ver que la dulce voz no aparecía, que los arpegios habían desaparecido, me dirigí a él con todo cariño ¡(tengan en cuenta esto)! le dije: “¿qué piensas hacer sin tu voz?” A lo que me respondió “Quiero morirme, pero no sé cómo hacerlo, Yo así no puedo ni quiero seguir viviendo”. No les ocultaré que en el fondo para mí fue una alegría, pensar que podía verme libre de ese cantor tan "descantante” que emitía chirridos y no sonidos.
—Por favor sea más breve y llegue a los hechos.
—Prosigo su señoría, es que además me daba pena verle sin ánimo, decaído, deambulando de un lado a otro, sin ganas de vivir, sin meta, sin intenciones precisas… en fin que me apiadé de él y me lo comí. —pronunció mientras se relamía los bigotes.
La sala exultó y aplaudió al pobre imputado que el juez tuvo la valentía de absolver.

ENTREGA DE PREMIOS DEL VI CERTAMEN DE POESÍA "POETA JUAN CALDERÓN MATADOR" Y DEL V CERTAMEN DE MICRORRELATOS DE CINE "ARVIKIS-DRAGONFLY"


    Con asistencia de los integrantes de TAF,  para acompañar a los galardonados, entre los que este año se encuentra Graziela E. Ugarte, que ha obtenido el tercer premio del V Certamen de Microrrelatos de cine "ARVIKIS-FRAGONFLY", y Pilar Ugarte. que ha resultado finalista y seleccionada para que su cuento sea publicado en el libro "Revelarse".

CUADERNO LITERARIO Nº 14. "PERIQUITXU TXITULARI"





 “PERIQUITXU TXISTULARI”

Periquito dio un sonoro golpe en la mesa, tiró el vaso de agua al suelo, que
quedó hecho añicos, y exclamó como una fiera: ¡Ya estoy harto!. Los papás
 no dieron crédito a sus oídos. Hasta ahora, siempre había sido un niño
 educado ­ se podría decir que un tanto demasiado-, callado y obediente. Pero
a Periquitxu nunca le había atraído el txistu. Hubiera preferido estudiar
 piano, su instrumento ideal aunque en la pequeña ciudad donde vivía, ningún
 profesor de música lo enseñaba y el más recomendado, un nacionalista vasco
de pro ­y por el que, finalmente, se dejaron convencer sus padres- le metió
la idea de que ése era el instrumento típico vasco y que tenía que hacer
 honor a su "raza".
 De modo que Periquitxu Etxaniz había comenzado a hacer sonar los primeros
acordes a la temprana edad de seis años. Tres veces por semana, acudía
 puntual a sus clases de Solfeo, seguidas de las del instrumento.
 El profesor no sólo era un nacionalista rancio. También alardeaba de tirano
 y cuando sus pequeños alumnos no iban con la lección aprendida, les ponía de
 rodillas contra la pared y les mantenía así durante toda la clase, cantando
 el "Eusko Gudari" (Guerrilleros vascos), el himno a los caídos por la
 patria, en la "guerra" contra el Estado invasor, España.
 Periquitxu no tuvo que pasar por ese martirio nunca porque tenía madera de
 músico y siempre iba con la lección aprendida pero se solidarizaba con sus
 compañeros castigados y, una vez terminada la clase, los castigados y él
 salían corriendo hacia la calle e inundaban las persianas del profesor de
 piedras de gravilla como represalia.
 Los progresos txistularis del niño Etxaniz iban viento en popa. Ya hacía un
 año que había comenzado las clases y había sido propuesto para tocar en un
 concierto municipal junto a un grupo de alumnos de otras escuelas de su
 mismo nivel. A Periquitxu esa idea no le gustaba en absoluto porque seguía
 convencido de que el piano era su instrumento. No obstante, se dio cuenta de
 que, a través del instrumento, podía ser conocido en el pueblo y, como tenía
 un cierto afán de protagonismo ­quizás, el hecho de ser hijo único le
 alimentaba dicha característica de su personalidad- , sacó provecho de la
 situación. De modo que, cada cierto tiempo, participaba en conciertos de ese
 tipo y, poco a poco, a medida que pasaron los años, fue mejorando su técnica
 y sentido musicales y llegó un momento en toda la comarca se le reconocía su
 arte.
 Cumplidos los doce años, Periquitxu ya era un txistulari reconocido a nivel
 nacional. Pero su grupo sólo tocaba piezas vascas y a él le hubiera
 apetecido ampliar el espectros. De modo que el ya no tan niño acabó un poco
 harto del repertorio nacionalista de la orquesta, a pesar de que ya había
 comenzado a ganar un dinero por esos conciertos, que religiosamente
 administraba su madre para su propio beneficio: comprarse impulsivamente
 vestidos y zapatos nuevos, sin que su primogénito ni su marido se dieran
 cuenta de ello.
 Pero como bien dice el refrán,  "Se pilla antes a un mentiroso que a un
cojo" y la madre fue cogida "in fraganti" un buen día en que Periquito
 volvía de su clase de música con la cara amoratada y llorando más de orgullo
 que de dolor porque el profesor le había visto tirar piedras a su persiana.
 La madre había entrado en su habitación y con un martillo, estaba rompiendo
 la hucha del jovencito. Este, al verla, se quedó paralizado, se dio media
 vuelta, y salió para no volver en tres días.
Los padres estuvieron a punto de acabar locos, llamaron inmediatamente a la
 Ertzaintza pero no dieron con él. Periquitxu apareció el tercer día por la
 noche, cuando los padres yacían en el lecho conyugal desconsolados.
  -¡No vuelvas a robar el dinero fruto de mi trabajo, mamá!
 Periquito la habló como un hombre hecho y derecho y la madre asintió con la
 cabeza, sollozó y le dio un abrazo reconciliador, que el niño, con gran
 prepotencia, rechazó en un desaire.
 Todo esto hizo que el chico comenzara a odiar a su txistu más que a nada en
 el mundo. De modo que Etxaniz se enroló en una locura concertística.
 Estudiaba las partituras hasta altas horas de la madrugada. Fingía estar
 instrumento. Se presentaba a todas y cada una de las pruebas de las mejores
 bandas juveniles y participaba en todos los conciertos de la suya propia.
 Cuando le planteó a su madre vender el txistu y que le comprara un piano en
 serio, ésta dio un alarido y se lo negó en rotundo.
  - De acuerdo. Seré el peor acordeonista del mundo. ¡Tú lo has querido!-
 Amenazó él
 La miró indirectamente y dicho y hecho. Comenzó a tocar todo lo
 desafinadamente que pudo, destrozó su banda musical, fue abucheado y silbado
 en los conciertos de solista. Nadie entendió lo que le había pasado pero él
 se reía en su interior y tensaba la cuerda hasta ver cuánto podía aguantar
 su madre esta tesitura.
 - ¡Harto, harto y harto! No quiero seguir más tiempo en esta situación,
 mamá. Quiero un piano.
 Periquitxu rompió a llorar, apartó la comida de la mesa y su madre se dio
 cuenta de que la cuerda se había tensado demasiado.
  -¡De acuerdo, te compraremos un piano!
 -¡Te quiero, mamá!
Periquitxu dejó caer de golpe la txapela y dio un fuerte beso a su madre, no
 sin antes, haberla lanzado una mirada desconfiada.
 A la semana siguiente, el chico había dejado sus clases con el ya envejecido
 y debilitado profesor nacionalista, contra el que ya ni siquiera le apetecía
 rebelarse tirando piedras contra sus ventanas.
 Volvió a casa, abrió la puerta y llamó a su madre. Nadie contestó pero la
 encontró en el cuarto marital con diez bolsas de ropa y zapatos nuevos de
 grandes marcas, encima de su hucha, una vez más, rota.
 - ¡Has caído de nuevo, mamá! Me has vuelto a robar. Has tirado mi futuro por
 la borda, definitivamente. Nunca podré ser lo que siempre quise
El joven de trece años recién cumplidos gimió amargamente. La madre le miró
con resignación y mirada bovina, se encogió de hombros y mostró a Periquito  Etxaniz un traje de Dolce Gabanna y otro de Dior de la última colección.
Con gran tesón de hombre maduro, Periquitxu convenció a su madre de que la
 mejor forma de dejar su adicción era apuntarse a clases de piano, como él.
 Así, irían juntos y ella no tendría tiempo para perder mirando tiendas
 El día que entraron madre e hijo en el conservatorio para su primera clase
 de piano, en primera fila, estaba sentado el profesor rancio nacionalista.
Periquitxu le miró y le hizo un guiño.


FIN


CUADERNO LITERARIO Nº 14. "MOMENTOS"


MOMENTOS



1.    CÍRCULOS  
¡Te amo, te amo y te amaré…! , cantaba Estela Raval. 
   Su voz me envolvía a cuarenta y cinco revoluciones por minuto y yo, asomado a la ventana en aquel caluroso verano del sesenta dos, esperaba impaciente a mi niña gitana. Como cada tarde.
      Y ella, al pasar, miraba hacia arriba y me decía con los ojos que fuera a cortejarla.
       Pero nunca lo hice y un día, cuando miles de hojas secas se arremolinaban en las aceras, la vi acompañada por un hombre. Un hombre que la rodeaba con sus brazos y la besaba.
      Coloqué de nuevo la aguja en la primera canción del disco…
     ¡Te amo, te amo y te amaré…! , repetía una y otra vez Estela, mientras yo aguantaba las lágrimas y me hacía daño en las manos, de apretar las ruedas de mi silla.




2.  UN MUNDO MARAVILLOSO

   Metí el coche en el garaje y esperé su llegada. Bajé las lunas laterales, me recliné sobre el respaldo del asiento y conecté la radio.
   Mientras la perseguía alrededor del auto, golpeando rítmicamente el techo con las palmas de mi mano, me sentí Harrison Ford. Y entonces se obró el milagro. Ella era Kelly McGuillis y en el aire sonaba What a wonderful world.




3.  TÚ SERÁS MI BABY

   El domingo tocaba a su fin. Un domingo de verano de 1964 que había disfrutado con mis amigos en el pantano de San Juan.
   Los Surf cantaban “Tú serás mi baby” en la radio del autocar, mientras callejeaba por Madrid repartiendo a los excursionistas, de regreso a sus casas.
   Ella iba sentada delante de mí y de vez en cuando se volvía a mirarme.
   Paco sacó una baraja y nos pusimos a jugar. Él, Toñete y yo. La muchacha se acercó y se sentó a mi lado. Era preciosa. Jugamos a las cartas durante un rato y nos rozamos las manos, como sin querer.
   Se bajó en la calle de San Bernardo. Para siempre.

F.J.Fayerman




CUADERNO LITERARIO Nº. 14. "CARNAVAL"


CARNAVAL

Apenas tuve tiempo de manipular el cargador, un pequeño ajuste necesario en su disfraz. Él se desperezaba ya de la última borrachera, peleando con las sábanas revueltas. En la alcoba el aire sabía a rancio, a perfume ajeno, se te enroscaba en la garganta y te hacía carraspear. Me levanté y salí al balconcillo. El suelo se veía húmedo de lluvia, brillante, el cielo estaba gris. Otro Carnaval mojado, con los Pierrots y las Marylines cobijados bajo paraguas, con las conejitas bajando la calle a la carrera, tropezando en sus zapatos altos. Un Charlot tripudo se paró en medio, protegido por el bombín hizo unos molinetes con el bastón, subió y bajó unos metros andando con pies de pato y finalmente desapareció en el bullicio del “Ninguna parte”.
Horas más tarde nosotros también fuimos allí. Miguel se había vestido de broker años 20, traje cruzado mil rayas y un sombrero Fedora ladeado , estaba bello como nunca debería estarlo un hombre. En el lado izquierdo le abultaba la pistola. Yo llevaba un vestido ajustado, rabioso, guantes hasta el codo, medias de red y los tacones de aguja que él adoraba en su espalda. Enganchados del brazo nos hundimos en el humo del bar, en aquel aire espeso bailamos, como todos, sambas interminables. Bebimos, nos abrazamos, nos besamos, chocamos con otros. Bebimos, tarareamos a viva voz los estribillos sambreros, nos palmeamos los hombros, bebimos. Como todos.
O Brasil e Samba
O Brasil e Carnaval
Samba, café Carnaval”
Amanecía ya cuando Miguel reclamó la atención de las últimas máscaras, se desprendió de la cabaretera pelirroja que le había secuestrado el brazo y la boca casi toda la noche y con voz aguardentosa , anunció que su empresa había ido a la quiebra . Lentamente sacó la pistola, la acarició con gesto amargo y se puso el cañón en la frente. Todos le mirábamos expectantes, con sonrisas flojas de alcohol y de sueño. “ ¡Dispara de una vez y que siga la samba¡” gritó un gladiador musculoso que basculaba en la barra.
Aún oigo ese ruido sordo, el primero. Es tan corto que parece imposible que pueda ser tan irrevocable, tan eficaz. Como si de repente todos los músculos se le hubieran aflojado, Miguel cayó al suelo. Se quedó desparramado allí, quieto. Todos festejamos la broma; alguien, quizás el romano impaciente, volvió a poner la música, y en aquella locura de carnaval, con los trogloditas y las strippers saltando por encima del cuerpo de mi amante, a mí me pareció ver que se incorporaba despacio, que me buscaba, con recelo en los ojos, mientras sus brazos se alargaban intentando encontrar un asidero para apoyarse. Fui hacia él contoneando las caderas; con la canción en los labios, agarré la pistola y, colocándola en el mismo sitio que él minutos antes, disparé de nuevo. Por
si acaso.
O Brasil e Samba
O Brasil e Carnaval
Samba, café Carnaval” 

Cruz Cartas