LOS ZAPATOS ROJOS
“… y serás la más joven del pueblo…” Se obsesionó Don Andrés, el boticario, en que aceptara los
zapatos rojos con tacón. ¡Pobre hombre! Se conformaba con rozarse y a lo sumo,
pasar la mano por mi nalga. Cuando descubrí su juego estuve a punto de cometer
una locura. Aunque nunca acabé de creérmelo. ¡Don Anselmo! El cura. El mierda
lameculos de Don Florián, el alcalde. Y Don Bonifacio, el director de la
sucursal de Bankia. Esos cuatro asquerosos jugándose a las cartas a ver quién
de ellos me llevaba antes al huerto. Con Don Anselmo, por ejemplo, si hubiera
querido ir a confesión y decirle que cada vez que le veo me excita, le habría
puesto como loco. Luego, en su casa, haciéndome la chiflada y jugando con su
miembro me hubiera dado cualquier cosa porque dejara de gritar.
Bonifacio,
¡pobre Bonifacio!, no ha tenido suerte con la melancólica de su mujer. ¡El
dinero que habrá en el banco! He sido una idiota. Total, si era él el que me
invitaba a su despacho para ver con detalle mis cuentas, mis ahorros, mis
pechos de cerca… ¡Cuánto más cerca mejor!
Con el
que no hubiera podido es con el repugnante del alcalde. ¡Claro que…! Si le
hubiese propuesto una buena recalificación de mis tierras y la oferta del
boticario para comprármelas después... ¡He sido una imbécil! Total… pasar un
rato con cada uno de esos zarrapastrosos…
¿Por
el qué dirán? ¡Mierda por el qué dirán! Podría haber hecho con ellos lo que me
hubiera dado la gana, e incluso, haciéndoles prometer, que les había dejado
llegar, hasta donde se me hubiera antojado… ¡Y sin tocarme, incluso! Seguro que
Don Anselmo me hubiera hecho más caso que a Dios y el pobre Bonifacio… Cuando
le pedí el préstamo, que casi se desmaya, porque le metí sus gafas entre mis
senos y le dije: ¡Cógelas si te atreves! Y el boticario… si babea solo con
enseñarle mi foto en bikini… ¡Qué mierda de gente! Con el que me hubiera
costado un poco más es con ese nauseabundo de Florián, ¡vaya tropa!, y les
llaman las fuerzas vivas del pueblo…
Y yo, mañana, por idiota, otra vez a Madrid,
a Carrefour, a reponer fruta, sobres con callos y pescado de alta mar…
Alejandro de Diego
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