RELATOS ENCADENADOS. "SUBIR"



SUBIR



Y yo mañana, por idiota, otra vez a Madrid, a Carrefour, a reponer fruta, sobres con callos y pescado de alta mar… mientras ella, claro está, como una señorita disfrutando de las vacaciones. Mira si seré tonta que hasta le di el nombre del hotel y de Mark y todas las indicaciones para unos felices y placenteros días en la costa.”
Judith estaba realmente decepcionada con su vida. Todo le había salido mal. Ninguno de sus propósitos se habían realizado e incomprensiblemente volcaba la ira en su amiga y no con lo que ella misma había logrado o sea: nada.
“Todo había sido un ir hacia abajo. Las escaleras no iban hacia arriba sino todo lo contrario: hacia abajo. ¡Con lo que le gustaba mirar al cielo, querer volar, estar encima de los demás, ver al mundo pequeño y diminuto, sentirse libre!
Mañana se pondría el uniforme y sería una más, subiendo cajas, retirando productos caducados, indicando a los clientes la ubicación…”
Regresó Inès de las mini vacaciones con nuevo novio y mejor cara, atendiendo en la caja. Le sonrió complacida y más que nada, agradeciéndole el haberle hecho conocer a Mark.
Se sintió aún más tonta. “¡Ella lo había conocido primero”.
La vida sigue y Judith, infatigable en su labor de una ya “reponedora jefe” lentamente fue ascendiendo en el escalafón.
Su ascenso a cajera fue un triunfo. ”Por fin, cambiará mi vida” pensó.
Las recomendaciones del jefe fueron precisas. Y, sobre todo y lo más importante “tratar  de no mirar a los clientes como personas sino como números en la máquina registradora.”
Pero eso se le hacía imposible. Había tanta tristeza en las caras que veía todo el día.
Esa madre con un bebé en brazos y una niña de la mano, que siempre llevaba solo un paquete de lentejas y uno de arroz… la mirada golosa de la niña hacia los caramelos del expositor…el viejecito con el tetrabrik de vino…
“Ese muchacho delgado y de cara interesante…pobrecito…”.
Luego vino el consabido:
-Señorita, debe entender que este establecimiento no es una ONG, ¿comprende usted?- ¡Está despedida!
Judith salió, con la tristeza envuelta en una manta de decepción, mirando hacia arriba.

LUI ANTONIOLI

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