RELATOS ENCADENADOS. "HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE"





HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE 

Chupó con fruición el luquete de la tónica. Estaba decidido, no volvería. Se resistía incluso a pensar en  su ciudad natal, por más que el olor a algas y salitre la reclamara.
Ella siempre había sido una mujer enérgica, activa. Manejaba hogar y negocios con igual decisión y nunca, nunca, había estado enferma. No soportaba a los quejicas, los que se pedían la baja por un simple dolor de cabeza. En el trabajo, escudriñaba los informes médicos de sus empleados sospechando que la engañaban, que sus pretendidas dolencias eran sólo una excusa para tomarse un día libre. Y, para colmo, en casa, su marido seguía "a rajatabla" la consigna de que "más vale prevenir que curar", y se pasaba el día en las consultas de médicos y especialistas, enredado en una maraña de análisis, radiografías, cultivos... A menudo no conseguía disimular una mirada de desprecio, ¡tanta debilidad!
Acabó separándose y terminó volcándose del todo en su trabajo y en su ideal de eficacia. Fueron años agitados, pero felices. Y ahora... Recuerda la voz del oncólogo: "Sin el tratamiento adecuado, sólo vivirá seis meses, un año quizás". No, de ningún modo volver. Mejor seguir aquí, en esta ciudad anónima donde la vida ha decidido fechar su destino. Con la cabeza alta, hasta que el cuerpo aguante.


 Cruz Cartas

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